¡Qué necesidad de romper techos, de superar marcas, de sobrepasar cifras, de batir récords, y qué obsesión por cambiar lo normal! Nos encontramos en un tiempo donde prima la competición, y es tal la obsesión, que acabamos compitiendo con nosotros mismos.

Concebimos el afán de superación como la vía para no perdernos en la inmensidad de lo vano, poder sobresalir de la masa mediocre e incluso escapar de ella, hasta conquistar la cúspide del éxito, y lo triste es que es eso o no somos nadie. Las nuevas ideologíasprefieren lo excéntrico, lo anormal, lo distinto... ¡Y al precio que sea!

El otro día leí que un medio local hizo una encuesta preguntando sólo a mujeres que si se quedarán solas en un bosque con camino sin retorno y se encontrarán a un oso y a un hombre, con quién se quedarían... ¡Agárrense fuerte, lectores! El 69% se inclinaba por el oso, y el 31% restante elegía al hombre. Decía ese 69% que les producía más confianza el oso... ¡Qué fuerte! ¡Puto feminismo radical! ¿Qué conclusión individual puedo yo extraer? Que "ese puto feminismo radical" nunca ha tenido como objetivo la igualdad, su único y vomitivo objetivo siempre ha sido el exterminio del varón...

Sí, lo equiparo al exterminio llevado a cabo por los nazis contra todo aquello distinto a la raza aria. ¿Y qué ocurre hoy día? Que la noticia que prevalece es siempre la del dato superior, es decir, la relevancia de cualquier cosa viene marcada por los máximos. Pero tengan por seguro, apreciados lectores, que todo esto lleva adherido un precio a pagar, y tarde o temprano se efectuará el pago.

Por cierto, si yo me encontrara solo en un bosque sin camino de retorno y me encontrara con un oso y una mujer y tuviera que elegir... ¡No lo duden! Yo me quedo con la mujer, pero eso sí, ya me las hubiera ingeniado antes para que esa mujer fuese mi Eva.