
Los demócratas europeos
Hace unas semanas Rumania escogía, libre y democráticamente, a sus representantes políticos dentro de lo que marcan sus leyes y sin un ápice de duda sobre su proceder electoral.
Calin Georgescu ganaba las elecciones y los socialistas se quedaban fuera de la segunda vuelta, siendo la primera vez en su democracia que eso ocurría. ¿Cuál era problema? En sus manos, querido lector, probablemente lo tenga: las redes sociales, concretamente TikTok y una sospecha fueron suficiente motivo para que, desde la Europa demócrata, tan garantista Ella en algunos de sus estados miembros, se cebaran con la elección del pueblo rumano e impidieran que el ganador tomara el mando de la nación carpatina.
La situación transalpina vino a convertirse en el paradigma a seguir ante los comicios provocados por la dimisión de Sholz en Alemania. El voto de confianza que presentaba ante el Bundestag lo perdía, y la socialdemocracia germana perdía el poder, condicionado constantemente por un pacto que estaba llamado al hundimiento. Así fue.
A partir de ahí, visto lo ocurrido en la vecina Rumania, había que poner en guardia a Europa, advirtiendo que no se iban a consentir más coqueteos con el voto extremista que terminen por dejar los designios políticos del país teutón en manos de Alice Weidel, la líder de la AfD (Alternativa por Alemania), no sea que comience a acertar en lo que propone y, llevado a la práctica, la maquinaria alemana revierta el ritmo que la condenó a dejar de ser la referencia económica que fue, hasta que el socialismo germano la llevó a la debacle en que se encuentra.
Y como los grandes tótems de la política europea creían poder dominar la cuestión, no tardaron en salir a la palestra para, con toda la relación de firmas mediáticas posibles presentes, comenzar a amenazar a Elon Musk, el gran ogro de los últimos tiempos de todo lo woke, con cercenar el uso de sus medios para evitar que se reprodujese el coqueteo aludido y el ejemplo rumano.
El pinchazo en hueso fue de antología. Porque ni Musk es ruso ni los alemanes son tontos. El resultado de la intentona se refleja en el esperado desde el sentido común: Alice Wiedel veía multiplicados sus apoyos electorales en la demoscopia en su decidido camino hacia el Reishtag.
En este escenario, mientras en Rumania la manifestación de cientos de miles de personas diaria no cesa, a los nuevos censores europeos erigidos, motu propio, en los nuevos y verdaderos defensores de la democracia y la libertad, les salía un nuevo grano en salva sea la parte: Zuckerberg anunciaba que se acababa la censura en sus redes (Facebook, Instagram, etc.). El lío estaba montado, los progres de medio mundo comenzaban a arañar las paredes viendo como la verdad se abría camino, también por la senda que, pensaban, sólo a ellos pertenecía.
Sólo faltaba que el retumbar de tambores de negocios anunciase la posible venta de derechos de TikTok al propietario de Tesla, Twitter (ahora X) y mano derecha de Trump, para que todos los peones apareciesen sobre el tablero y volvieran a equilibrarse las fuerzas, tiempo atrás descompensadas.
Europa se adentra, por fin y de nuevo, por el territorio de la libertad según el criterio y la responsabilidad que cada uno estime, sin auspicio alguno de los demócratas de esa especie que, de un tiempo a esta parte, se dispusieron a cancelar muy por encima de sus posibilidades.
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