
Pedro “el franquista”
A Pedro Sánchez le dio por abrir el libro de nuestra historia por las páginas de la concordia que nos legaron quiénes también nos dijeron que aquellas páginas quedaban vividas, vistas y leídas.
Ahora, expuestas a su lectura, esas páginas están encontrando lectores que comienzan a sentirse atraídos por algunas de aquellas cosas que leen. Cosas que quisieran para sí, cosas que esos nuevos leyentes no entienden que se las ponga en el patíbulo de una condena que, por momentos, cada vez más dilatados en el tiempo de ahora, comienzan a no compartir.
Entretanto, Pedro se ha empeñado en hacer bueno aquello de que nadie muere mientras sea recordado y, él solito, lo está consiguiendo. No hacen falta diputados de grupos de derecha, más o menos extrema en función del criterio del aún Presidente, que desde la tribuna o desde sus escaños recuerden pasajes o la obra misma del Caudillo enterrado y vuelto a enterrar. No hacen falta tampoco manifestaciones callejeras de partidos coetáneos del aquel, cuya figura recuerdan un 4 de diciembre, no por el día de la bandera andaluza, sino por el nacimiento del Generalísimo. No hacen falta, siquiera, misas cuasi clandestinas encargadas por familiares, amigos o seguidores entregados a la misma Fe que ya se entretienen otros en vilipendiar en medios que son de todos, o eso quiero seguir pensando.
Nada de todo eso hace falta. Para recordar a Franco ya está el mismísimo Consejo de Gobierno con su Presidente al frente. ¡Franco, Franco, Franco! Parece oírse gritar en la interminable mesa, en derredor de la cual se congregan ministros y más ministros, siempre que hay que salir al paso del cada vez menos intermitente, cada vez más diario, parte judicial que les llega desde los tribunales patrios.
Y todo debido a esa capacidad de previsión de adelantarse a los acontecimientos, para esto sí, que tiene nuestro Gobierno. Hay que anticiparse a lo que venga y disponer los escenarios y presupuestar cuanto sea necesario (“no hemos reparado en gastos” que diría el viejete adinerado en Jurasic Park), para sacar el Francomodín en el momento que el olor de la parsimoniosa brisa de las togas, camino a las salas de vistas, inunde las estancias de Ferraz y de La Moncloa.
Porque no habrá dinero para la Ley ELA, ni para la DANA, ni para la Equiparación salarial de nuestra Guardia Civil y Policía Nacional. No habrá para todo aquello que afecte a los españoles, pero dinero de los impuestos de los españoles para cubrir las perentorias necesidades de humo del neofranquista Sánchez, que no falte.
No descarten algún acto de estos, inventados para hablar de lo que nada aporta, desde el mismísimo Palacio de El Pardo. Hay que exorcizar todo aquello que en algún momento sirviera al viejo régimen para acondicionarlo al servicio del nuevo. Este nuevo régimen en el que se redacta y conceptualiza la Libertad, al albur de las necesidades que dicte la actualidad o los ultimátum diarios llegados de cualquier sede desde las que realmente se dirige España, desde la de EH-Bildu a la del BNGa, desde la de ERC a la de Waterloo.
Apúntenselo, en unos años, pongamos 10, igual celebramos una década de libertad post-Sánchez.
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