
Un librepensador contra la alineación
No es habitual que Hispania 1188, defensora del legado hispánico, glose la figura de un médico-filósofo inglés. La ocasión y las lecciones que nos deja, lo merecen.
B. Russell decía del protagonista de nuestro artículo, que fue afortunado porque expresó las ideas de su época. Una forma velada de acusarlo de oportunismo político. Ahora sabemos que su obra, escrita años antes de su publicación, inspiró la llamada “Gloriosa revolución”, que se rebeló en Inglaterra, de forma no tan pacífica como suele decirse, contra el absolutismo. Supuso la conquista de derechos, paralela a la emergencia del Parlamentarismo británico, se abolieron los tribunales de prerrogativa, se aprobó el Habeas Corpus, y el Bill de derechos … Los principios liberales tomaron cuerpo, allá donde reinaba la altiva condescendencia del amo por nacimiento.
Ciertamente, la escolástica española, siglos antes, ya había formulado la distinción entre poder político (potestas) y su ejercicio (officium), pero se sigue señalando el siglo XVII inglés, como el inicio del Estado constitucional y representativo, limitador del poder, garantía de libertad.
Su gran portavoz, adoptó un punto de partida parecido a Hobbes; “el hombre es un lobo para el hombre”; Pero la sociedad no es el reino de la licencia, y el individuo tiene derecho a castigar el crimen, protegerse y obtener reparación del daño. El único medio de conservar los derechos con seguridad es la unión, construyendo un cuerpo político con suficiente autoridad para salvaguardar a todos. A diferencia de Hobbes, entiende que entregar todo el poder al “Leviatan” constituido, sin reservarse ninguno sobre él, es insensato. Cuando el gobernante actúa de forma contraria a su misión, que es principalmente defender la vida, la libertad y la propiedad, el pueblo puede y debe constituir uno nuevo.
Su defensa de la necesidad de consentimiento parlamentario para el establecimiento de tributos, llevó a los colonos del nuevo mundo, apoyándose en el propio derecho inglés, a exigir su participación o su independencia. Fue lo segundo y el mundo cambió. El último párrafo de su “Tratado sobre la sociedad civil”, es tan semejante al primero de la Declaración de Independencia, que es evidente la inspiración que supuso.
¿En qué momento las ideologías colectivistas consiguieron transmutar la imagen del brillante ideal liberal, con acusaciones de individualismo? Precisamente uno de los fundamentos del liberalismo es proteger tu esfera de libertad (personal, económica, social, …) de aquel poder que pretenda manipularla. Un liberal contempla la aspereza de la vida sin esperanza de milagro, tratando de identificar lo propicio para una mayor eficacia del esfuerzo, pero ello no está en modo reñido con la cooperación, con la ayuda; no en vano su paradigma fue la abolición de la esclavitud. Un ejemplo: Difícilmente encontraran persona más social, más preocupada por sus semejantes, que el presidente de este Think tank, de base liberal militante.
Por el contrario, el hombre doctrinario imagina que puede organizar a la sociedad cual dispone piezas de ajedrez, sin entender que cada una de ellas posee un principio motriz propio. En su afán de dominación hace crecer la administración y el control burocrático. Sin embargo, una paradójica consecuencia de la creciente socialidad de los gobiernos, además de la amenaza a las libertades, es que no equivale a mayor fortaleza. El Estado liberal era mínimo pero fuerte en las competencias que asumía, especialmente seguridad o defensa. Los que propugnan mayor magnitud estatal, se ven desbordados por su complejidad, y acaban temblando de debilidad por un simple titular de prensa, o ante la desestabilización que les provoca una huelga estratégica impulsada por un grupo de sindicalistas. Como se dice ahora, “el karma”.
Volviendo a nuestro protagonista: Tres elementos determinó para conocer si se ha instituido el Estado civil: Leyes ciertas, poder suficiente y jueces conocidos. Mas tarde se distinguiría como fundamento principal la división de poderes entre legislativo, ejecutivo y judicial. A partir de ahí, garantías de libertad, derechos frente al poder, resistencia a la opresión, la ley como expresión de la voluntad general, … Bebió de las fuentes de Spinoza, inspiró a Montequieu y Burke. Sin él, las revoluciones liberales en Norteamérica o Francia, hubieran sido probablemente distintas, o simplemente no hubieran sido. Hoy 28 de octubre se cumplen 320 años de su fallecimiento. Se llamó John, se apellidó Locke, y se le considera el padre del liberalismo político clásico.
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