La ciudad que nunca descansa

Si uno se toma la molestia de caminar por las calles de Ceuta durante cualquier día del año, seguramente se encontrará envuelto en una nube de banderas, galones y medallas resplandecientes. No importa si es lunes o domingo, abril o diciembre, porque en esta recóndita perla del Mediterráneo, siempre hay una excusa para un desfile, un homenaje, o una misa solemne en honor a algún patrón, patrona, santo o virgen que vela, inmaculado, por nuestras fuerzas de defensa y seguridad.
Al principio, el forastero podría pensar que ha llegado en medio de una jornada especial ¡el 12 de octubre! Fiesta Nacional, por supuesto, con las Fuerzas Armadas desfilando, la Policía Nacional saludando y la Guardia Civil rindiendo honores a su Patrona. "Qué devoción", dirán. Pero lo que no saben es que, si vuelven al día siguiente, se encontrarán otra celebración. Y si se quedan un poco más, descubrirán que hasta los zapadores tienen su propio santo redentor.
Podría parecer exagerado, pero no, Ceuta es un auténtico calendario de efemérides religiosas y militares. Cuando no se conmemora un patrón —hay tantos que podríamos empezar en enero con los especialistas y terminar en diciembre con la infantería—, se está celebrando el aniversario de alguna unidad, un arriado de bandera o la Navidad, el Carnaval, la Semana Santa, las cruces de mayo, la Virgen del Carmen, las fiestas patronales o hasta la bendición de alguna obra que inaugurar. Y ello, por supuesto, sin olvidarnos de Janucá, Ganesh y Ramadán.
Todo un panteón celestial dispuesto a salvaguardar las fronteras terrestres, marítimas y espirituales. Y, por si eso fuera poco, no se vayan a creer que el orden civil queda fuera de esta fiesta interminable. Ahí tenemos desde la Policía Local hasta las prisiones. Hace pocos días se celebraba el aniversario de la creación de la Unidad Logística 23, que goza del honor de haber sido condecorada con una medalla naval hace casi un siglo. Y, hace menos, la entrega de medallas por servicios destacados (que a este paso las concederán hasta al repartidor de pizzas ¿por qué no?) de la policía nacional.
La vida en Ceuta, en definitiva, se mueve al son de los actos militares y religiosos. Y cuando no se está desfilando es porque se está inaugurando alguna estatua o rindiendo tributo a un veterano que un día pasó de soldado raso a cabo con la valentía de quien se enfrenta a la burocracia castrense. Aquí los santos se acumulan más que las plazas en la administración pública, y los patrones militares que se celebran son más numerosos que los de cualquier otra ciudad. Ciertamente, no es de extrañar que Ceuta parezca no tener descanso. Entre un desfile y otro, un homenaje aquí, una fiesta allá, Ceuta es el lugar donde el sistema político administrativo organiza la vida social en torno a las festividades de todo tipo, especialmente las de las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad.
Mientras tanto, los ceutíes en este interminable bucle ceremonial, deslumbrados por los destellos de las condecoraciones y las interminables liturgias, sin saber si estamos honrando a nuestros protectores celestiales o simplemente prolongando una costumbre que hace mucho tiempo dejó de tener sentido, pero que nadie se atreve a cuestionar. Al fin y al cabo, en Ceuta, la vida se mide por los aplausos al paso de las banderas. Y no hay mayor gloria que asistir al próximo evento, con la esperanza de que, algún día, descansemos de fiestas en este desmesurado calendario de efemérides cívico, religioso y militar.
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