
Meretrices de la política
La última semana ha sido toda una serie de audios y fotos de ese romance palaciego fuera de palacio entre el Rey Emérito y la actriz, Bárbara Rey. Un episodio en el que algunos conocedores del "affaire" involucran al CESID (hoy CNI) con millonarias cantidades que se barajan como pagos chantajistas a la que fuera Maja de España.
Con independencia de las debilidades de Juan Carlos I y su entrepierna, la frivolidad de la situación con un lenguaraz ex Rey, no es lo peor; para mí, si es cierto que hubo entrega de dinero público para evitar el escarnio que Bárbara Rey provocaba con sus amenazantes cintas de audio, vídeo y fotografías, es lo más grave. Y lo es porque involucró a los servicios de la seguridad nacional confiriendo al tema "asunto de Estado". Nunca antes, una actriz con un currículo de amoríos dilatado, había puesto en jaque a las altas instancias, pese a que a Juan Carlos I cuenta, al decir de muchos, con un panorama de “amigas” tan variopinto como contrastado. Y pagar estos "deslices" con el dinero de nosotros, es una conducta poco edificante y una golfería extrema.
En política, algunas mujeres han marcado época como Mata Hari, bailarina cortesana y espía neerlandesa, quien con sus danzas triunfó en la Primera Guerra Mundial realizando labores de espionajes a favor de Alemania. Más reciente fue el conocido “Caso Profumo”, notable escándalo político que tuvo lugar en el Reino Unido durante 1.963, que recibió el nombre del ministro de Guerra británico, quien mantuvo encuentros íntimos con una corista que, a su vez, también tuvo relaciones con un conocido espía soviético. Y que llevó a la dimisión a John Profumo, quien mintió a la Cámara de los Comunes sobre sus devaneos.
Como España es diferente, el supuesto chantaje de Bárbara Rey ya ha prescrito y la otra mujer que emponzoña la política española, Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, con antecedentes familiares de saunas gay, tampoco es un dechado de virtudes y de ética, porque esta misma semana supimos también que se denunció que habían borrado del sitio web el “software“ de la cátedra de Begoña Gómez en la Complutense, una vez que se supo que la Audiencia de Madrid daba el visto bueno para que el juez Peinado la investigara en este asunto. La plataforma fue eliminada según Hazte Oír, entre el 26 y 30 de septiembre. Bonita forma de colaborar con la justicia del matrimonio residente en la Moncloa, después de negarse a declarar ambos, como evidencia de que no están por la labor de aportar transparencia a las tropelías que se les imputan de tráfico de influencias, prevaricación y en el caso de Begoña Gómez, también intrusismo profesional. A esta cuestión hay que añadir una información de O.K. Diario: “Begoña Gómez exigió que 150 empresas utilizasen el software por el que puede ser imputada”. Una conducta que sólo es posible por ser mujer del presidente.
A esta retahíla de sucesivas relaciones hombre-mujer y parejas, se culmina esta semana con el pacto de Gobierno con Bildu, un maridaje tan obsceno e indignante que no es solamente un error político, sino “encanallamiento moral”, en palabras del expresidente del Gobierno, José María Aznar, al resultar inaudito que se pacte la seguridad ciudadana con una banda de asesinos, lo que supone la mayor afrenta para las víctimas de ETA y la perplejidad social con tanta concesión de Sánchez a enemigos de España y secesionistas. Es la forma de corromper las instituciones por parte de Sánchez para mantener su supervivencia política, gobernando de forma estrafalaria de coaliciones como una meretriz de la política. Mientras se ampara en el alarmismo climático, feminismo politizado, políticas de género y fomento de la homosexualidad nos cuela amnistías y borrado de corrupción de los ERES andaluces. Y para completar el coctel, ahora se saca de la manga una nueva ocurrencia: el Gobierno contrata excursiones por la naturaleza para “integrar” a los inmigrantes ilegales. No cabe mayor estrafalaria política que nos lleve a la conclusión que, a más Sánchez menos democracia. O como decía Thomas Carlyle: ”¿Puede haber en el mundo algo más despreciable que la elocuencia de un hombre que no dice la verdad?” Son las meretrices de la política.
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