Muchas ciudades desplegaron en su día la ruinosa y equivocada Zona de bajas emisiones (ZBE) permanente siguiendo las directrices de Europa. A la implementación de la ZBE le ha perseguido la polémica: en el ámbito político, en los tribunales y especialmente entre la ciudadanía.

Los últimos informes sobre la implantación del ZBE han demostrado lo que muchos esperábamos, que fue, es y será un gravísimo error. Con la Zona de bajas emisiones sólo se han reducido un 9,7 % las partículas contaminantes... ¿Merece la pena? Rotundamente, no.

Las ZBE no han supuesto (aunque nos quieran vender otra cosa) el beneficio esperado para las personas vulnerables que padecen afecciones respiratorias, no han mejorado la calidad del aire que se respira, y lo más grave es que han empeorado, de forma sustancial, la movilidad de las ciudades.

Es preocupante e indecente que la ZBE sea obligatoria por ley en las grandes ciudades (una imposición de la corrupta Unión Europea), y eso es perjudicial para las familias de este país de clase medio-baja, ya que su aplicación dificulta también el cambio de vehículo por uno, según los cabezas pensantes de la UE, menos contaminante. La Unión Europea, el Consejo Europeo, se está convirtiendo en líder y campeón de la injusticia social.