Ceuta anda pidiendo auxilio, otra vez, por la presión de la inmigración ilegal. Y el portavoz de VOX Ceuta, mi compañero Juan Sergio Pacheco, advirtiendo a Andalucía de lo que nos puede llegar, de lo que nos va a llegar, vía aérea y vía patera. Literalmente escribía el portavoz “os vais a hartá”. Y, como si no lo estuviéramos ya, nos llegan platos de regalo. Ceuta rebosa y Juanma Moreno debe andar henchido en el amplísimo sentido de la solidaridad que su pecho alberga. 

“Asín de ancho” tiene el pecho de Juanma. Lo que desconozco es si da para tanto el pecho de los andaluces que, a poco de soltar Juanma semejante expresión, quedándose a gusto y ganándose el aplauso de su bancada, vieron como su propia Málaga y la Almería, ya bien abarrotada de otras situaciones de emergencia recientes, se despertaban con agresiones a jóvenes por parte de estos que se cobijan en tan institucional pechera.

Y en medio de este aviso allende el Estrecho, Andalucía, la que se va a hartá, mira a sus propias fronteras por lo que se viene y se ve, y por lo que puedan traer oculto a los propios ojos de quienes lo portan. Porque, mientras anda la OMS amenazando con volver a encerrarnos a cuenta del dichoso “virus del mono”, ninguna indicación conocemos por parte de nadie para que las fronteras marítimas, aéreas y terrestres se vean reforzadas, seguramente porque hay continuar esa labor de desembarco de todos esos refugiados de ninguna guerra, acompañados de un número ínfimo de niños y mujeres, y unos extraños menores que llegan tan bien adiestrados en el arte de pedir ayudas para poder mantenerse en territorio hispano.

Es lo que hay. De exigir a nuestros gobiernos que hagan lo posible para que no llegue a nuestra Nación todo eso que condicione nuestra vida cotidiana, olvídese. Nos vemos obligados a asumir que los presupuestos (bien lastrados en favor de Cataluña y del mantenimiento de sillón presidencial de Sánchez) sacrificarán dineros destinados a mejorar la vida de los españoles, para seguir reflejando partidas multimillonarias para el mantenimiento de todo lo que nos llegue y, lo que es peor, pretendiendo que nuestra propia integridad física se someta a una nueva inoculación antivírica con la que tenernos amedrentados y así facilitar la decisión de volver a encerrarnos, mientras las puertas que deben cerrar las mantienen de par en par.

Es el dislate en pro del buenismo, que sólo y siempre exige el pago de una y la misma parte; es la cotidianeidad en la que vivimos, donde el ejemplo siempre corre por cuenta de los mismos, incluso de la vida de alguno de ellos, de los nuestros. Quien nos avisa conoce el percal, lo vive a diario y no nos queda esperar para semejante digestión más que el buen resultado del almax de las urnas, a la vista de que las intenciones de nuestro despechado gobierno tienden más a la sumisión de los dictados de la Agenda 2030 que a las medidas de control estricto de la inmigración que Suiza, Polonia o Hungría, por ejemplo, llevan a cabo.

Lo dicho, nos vamos a jartá…