Debe ser que todo va a velocidad de crucero; que lo de ayer, hoy ya poco importa; que parar a solventar entuertos no sirve más que para engordar los problemas. Debe ser por tantas cosas, o por algo tan simple como que todo da igual, que lo ocurrido en Venezuela comienza a no importarnos nada, sin que eso sea verdad. Porque esa generalización, tan abrupta como mentirosa, indica que los españoles miramos para otro lado a poco que pasen unos días o unas horas de lo que quiera que haya ocurrido, que bastante tenemos con los nuestro y que sólo estamos para los momentos de bonanza. Y eso no es verdad.

Los ojos del Planeta siguen puestos es Venezuela porque su libertad ha sido tiranizada, se ha visto masacrada por quién pensó que era querido y su pueblo le aclaró, voto a voto, que ni un día más le querían como Presidente. Así se vislumbraba desde las semanas previas durante una campaña electoral, en la que semejante tipo no tuvo la valentía de enfrentarse a María Corina. Una mujer, para desconcierto de muchos, a la que la acusaron de todo cuanto les fue posible y, desde un tribunal teledirigido (¿a qué me recuerda eso?), la quitaron de los carteles, que no de la campaña, para ver si contra su segundo al mando podían. No hicieron más que animar al pueblo venezolano a no dejar la menor duda que al tirano había que indicarle por dónde estaba la salida.

Aquí, en España, La Madre Patria calló y calla. Mala Madre a la que mucho le va a costar recuperar su condición mientras la continúen amordazando con sus complejos los cuatro “chichiribailes” empeñados en no reconocerla, y en que no la reconozcan como tal, allí donde lo ha venido siendo los últimos 7 siglos. España calla y continua sin expresar, sin ambages, que Edmundo González es el Presidente electo de Venezuela, porque así lo dicen las actas que el pueblo venezolano rubricó, urna a urna, el pasado 28 de Julio. Eso de seguir exigiendo que se aclare lo de las actas son ganas de marear la perdiz, que aquí ya los conocemos…

Mientras el Gobierno español sigue menudeando cobardía, tal vez por convencimiento propio, seguramente condicionado por ese abanico con toda la gama de rojos, del vino al ocre pasando por el rosa, que acordonan la interminable mesa del Consejo de Ministros con el marido de la de los máster al frente. Y mientras eso ocurre, Venezuela desespera, aguardando el reconocimiento de lo evidente por parte del país que más anhelan que así lo exprese, el nuestro, el suyo: España, que sigue sin pronunciarse oficialmente en este sentido, el pueblo español sí que lo hizo.

Y mientras la Madre calla, Venezuela continuará sucumbiendo y tratando que el derramamiento de sangre entre hermanos no comience. La libertad de muchos ya ha sido mutilada, encarcelando a la gente por reclamar lo evidente; acallando las redes como si con eso la verdad cambiara de bando; apoyándose en otras dictaduras como si eso les legitimara. Maduro debe caer y si, de paso, se lleva con el a ZP y a Monedero, como diría un amigo, miel sobre ojuelas. Igual le ayudan a llevarle las maletas, que de eso saben mucho.

Gobierno de España, honren de una vez la libertad de Venezuela reconociendo a Edmundo González como presidente electo.

Antonio Palomar García