Cuando no sirven los discursos
Cuando no se defiende la democracia porque no se defiende la Ley, no sirven los discursos.
Cuando no hay respuesta al circo montado y la función representada por un payaso cobarde que huye de un gobierno aún más cobarde y que lo tuvo tan fácil, no sirven los discursos.
Cuando miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado transigen un pacto con un traidor, que contagia su traición a los superiores y termina, como el traidor que es, incumpliendo lo pactado, no sirven los discursos.
Cuando el presidente de tu gobierno sigue de vacaciones, escondido (nadie sabe dónde) mientras se ríen del País por el que debe dar la cara, no sirven los discursos.
Cuando tanta palabrería de unos y otros durante los días previos no ha servido más que para que otros preparasen el terreno, haciéndonos creer que todo acabaría como debía, no sirven los discursos.
No sirven los discursos porque no sirven la palabra de ni de unos ni de otros que no rompen con los primeros allí donde conforman gobiernos, comenzando por Europa.
De nada sirve que el PP se haga el apesadumbrado cuando continúa abrazado al mismo que hoy consiente que España vuelva (no es la primera ni será la última) a convertirse en objeto de la mofa independentismo, del bandolerismo político que hace de Europa la sierra a la que huir y de cuatros judas vestidos de mossos los cuatro palos bajo los que cobijarse y urdir la próxima mofa a España, a la que ya no le sirve los discursos, ni una sola palabra más que no provenga de los únicos capaces de sentar en un banquillo a tanto envalentonado al calor de un gobierno inútil.
Porque a esta España perpleja ya no le sirve más discurso que el de quienes se sienten impelidos a exigir una justicia ejemplar en su sentencia y rigorosa en su cumplimiento, obligando a cumplir hasta el último segundo de la condena que dicte, sin ambages ni magnanimidad alguna hacia quienes se sabe que sólo usarían de tal gracia para volver a delinquir, para volver a demostrar que de nada sirven los discursos.
Y esos, los requerientes de semejante grado de justicia, son siempre unos y los mismos: VOX, los únicos que defendieron a España cuando la Carta Magna fue vilipendiada hasta el hartazgo por aquellos a los que no ha dejado de perseguir.
Los demás, todos, políticos con pies de hielo a los que siempre les llega el verano cuyo calor convierte su palabra en puro detritus, desperdício de la peor política y evidencia del compromiso felón de volver a arrodillar a España. Y ante eso, no cabe más discurso, sólo la Ley y, si no es la Ley, sus últimos protectores…
El atril desde el que hoy habló el medroso huido debe tornarse en su propio banquillo, y por público los que la Ley establece: juez, fiscal, abogado defensor, acusación popular (ya que los populares por ahí nunca aparecieron)… y una celda de barrotes gualdas para que se sienta cómodo a la sombra que semejantes hierros le ofrezcan.
Fin del discurso.
Antonio Palomar García
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