Quemaduras
Cómo proteger la piel y también cómo cuidarla, tras las quemaduras solares
No conviene olvidar el uso de protector solar, que en la actualidad cuenta con una amplia gama de formatos, en spray, crema o en barra con lo que se puede elegir el que resulte más fácil de utilizar y que también sea adecuado para su tipo de piel

Si este verano va a la playa, la piscina o la montaña, no se olvide de proteger su piel de los rayos de sol como se merece. El fotoprotector debe ser el complemento indispensable durante sus vacaciones para no acabar con la piel enrojecida, llena de ampollas y descamada. Es lo que se conoce como quemaduras solares, cuyos síntomas pueden ser muy graves, en especial en los niños.
Cuidado con los rayos del sol
Si no queda más remedio que exponerse al sol hay que evitar hacerlo en las horas de mayor intensidad. Si aún así tiene que salir de casa, es importante utilizar la ropa adecuada que le proteja de los rayos solares e incluso mejor aún es contar con prendas que tienen ya protección para los rayos UV. Si dispone de un sombrero y gafas de sol, la protección será más completa.
No conviene olvidar el uso de protector solar, que en la actualidad cuenta con una amplia gama de formatos, en spray, crema o en barra. Por lo tanto, podemos elegir el que nos resulte más fácil de utilizar y que también sea adecuado para nuestro tipo de piel.
Los signos de alerta de las quemaduras solares
Las primeras señales que demuestran que su piel se ha quemado aparecen una hora después de la exposición al sol o a las lámparas solares.
Cuando se trata de una quemadura leve, la piel cambia de color, se vuelve más roja y se nota caliente debido a que se incrementa la temperatura del cuerpo. También puede doler e incluso estar sensible al tocarla o rozarla.
En cambio, la quemadura grave por el sol provoca los siguientes síntomas: inflamación, ampollas, náuseas, mareos, dolor de cabeza, debilidad, deshidratación, fiebre y escalofríos.
Consejos para sanar la piel quemada por el sol
La piel deteriorada se desprende y necesita varias semanas para recuperarse. Las nuevas capas no son tan gruesas y tienen una mayor sensibilidad a la luz, por lo que es fundamental insistir en su protección solar.
Además, el uso de aloe vera, cremas hidratantes que no contengan perfume, o compresas frías puede ayudar a aliviar las molestias de la quemadura solar. En caso necesario se puede consultar con el médico de cara a la prescripción de antiinflamatorios o cremas de corticoides para calmar la zona. Igualmente, la toma de AINEs, medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, permite atenuar el dolor y la hinchazón de la piel.
Por otro lado, para las quemaduras solares más graves que se infectan o producen ampollas en la piel, el especialista puede recomendar el uso de cremas antibióticas y antibióticos sistémicos para tratarlas.
Proteger a los niños del sol
Los bebés de menos de 6 meses no deben exponerse al sol, y tampoco se aconseja utilizar filtros solares. A partir de esa edad, es fundamental utilizar fotoprotectores con un factor de protección solar de 30 o más, contra la radiación UVA y UVB, y que además sean resistentes al agua. Es importante que, por lo menos cinco minutos antes de salir, se apliquen en todas las zonas del cuerpo expuestas, usando una cantidad suficiente para que no disminuya su protección.
Además, a las dos horas se debe repetir la aplicación, o a los 40 minutos si el menor está bañándose, practicando ejercicio o sudando demasiado, y de nuevo, al secarse con la toalla.
Quemaduras solares en la infancia
Si, aun tomando las precauciones necesarias, el menor sufre una quemadura por el sol, es fundamental hidratarlos con frecuencia, ya que tienden a perder fluidos corporales con más rapidez, lo que puede favorecer su deshidratación. Asimismo, hay que seguir recomendaciones similares con los adultos.
En el caso de que se trate de bebés de menos de un año o de mayores de esta edad con ampollas, fiebre y dolor, lo más adecuado es consultarlo de forma urgente con el médico.
Cabe añadir que exponer al sol a los niños en exceso puede conllevar complicaciones futuras como lesiones oculares, trastornos sistémicos, efectos en el sistema inmunitario e incremento de forma exponencial la probabilidad de tener cáncer de piel.
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