Las palancas de Pedro
No sé de los cálculos de Sánchez para seguir adelante en la presidencia, pero no han de ser sencillos si no quiere quedarse sin eso que en el mundo del fútbol llaman palancas, esto es, derechos sobre no sé qué bien de cuya propiedad, gestión y beneficios te has de olvidar durante un tipo acordado ¿El problema? Que aquí esas palancas no estipulan caducidad alguna, porque esto es política, es España, y es casi imposible reclamar nada porque los derechos se conceden sin vuelta atrás, salvo extraña circunstancia. Y otro problema, que a todos nos atañe, es que esas palancas no son suyas y las gestiona y entrega como si fueran de su propiedad a cambio de mantener esa poltrona a pesar de todo y de todos, desarbolando una estructura estatal cada día más desangelada.
Pedro no ha calculado, o le da igual, los efectos secundarios que pueden convertirse en muy primarios. No se ha parado a medir la respuesta de Puigdemont, por esos 7 votos que aún le mantienen en La Moncloa y que ve volar la Presidencia de la Generalidad; ni de sus propios varones revueltos y resueltos algunos a no permitir que salga adelante semejante engendro de dádiva fiscal; ni de los propios de ERC si, llegada la hora, de lo dicho nada y a sentarse de nuevo en el Congreso con los de Junts, de acuerdo en el desacuerdo, y unos por fas y otros por nefas, ambos a terminar de horadar los endebles cimientos que soportan el actual gobierno socialcomunista; ni de aquellos aludidos en el artículo 8 de la Constitución, que pudieran entender necesaria su opinión ante la intención de aquel de socavar la integridad española atacando las costuras de la unidad del sistema fiscal, saltándose todo organismo responsable y legalmente ineludible para satisfacción de ese mismo que nada se para a calcular.
Pedro y Salvador, Sánchez e Illa, PSOE y PSC se han propuesto llevar a cabo y sobrepasar, aquello que recogieron en los acuerdos y declaraciones de Granada en 2013 y Barcelona en 2017; aquello que, subrepticiamente, suponía dejarse de proyectos para España, por más que así lo recogiesen, y desarrollar un proyecto socialista que, a día de hoy, no es ya ni eso, si acaso sólo constituye la excusa para el mantenimiento en el poder del primero y de los peones que le bailan el agua, como cualquier proyecto socialista conocido.
No se trata de federalismo ni simétrico, ni asimétrico, ni sin padre conocido que lo pueda apellidar. Se trata de implantar el pedrismo, el sanchismo o como gusten en llamar, unas veces gota a gota, otras veces a chorreones de indignación de quienes no ven la hora de devolver a España a la senda de la sensatez y el buen gobierno.
Durante esta semana veremos nuevos y quizá, Dios lo quiera, los estertóreos capítulos de un agónico Ejecutivo que poca tierra quemada dejará atrás cuando a sus espaldas se le cierren definitivamente las puertas de La Moncloa.
Y todo mientras le queden palancas…
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