
¿Quién amnistía a España?
Pedro Sánchez, por una vez en su vida, ha cumplido su palabra. Pero la suya, no la de España. Sánchez se ha plegado, ha genuflexionado la rodilla ante Puigdemont, definitivamente, para poder mantenerse en La Moncloa por encima de todo. Por encima, incluso, de la Constitución Española. Porque lo que Pedro aprobó este maldito jueves de Mayo requería de una reforma constitucional que nunca estuvo sobre la mesa porque nunca se habría producido. Qué es eso de la Constitución, pensará Sánchez.
En este jueves en que escribo, España ha amnistiado al golpismo separatista a través de esa mayoría parlamentaria a la que tanto apelan sus componentes, quienes han quedado retratados ante el electorado español para comicios venideros como el del próximo 9 de junio.
Ese día junto a otros socios europeos nos enfrentamos a la elección de quiénes nos representarán en una Europa que ahora se pregunta, como muchos españoles, quién amnistía ahora a España. A esta España que comienza ahora un nuevo periodo de recursos y de enfrentamientos diarios por lo votado en la Carrera de San Jerónimo, que llegó hasta allí, recordemos, con el veto de la Cámara Alta. Un nuevo ciclo de dimes y diretes judiciales que a saber cuándo alcanzará su resolución final.
Qué amnistía cabe para esta España, que votó esa mayoría parlamentaria en las elecciones del 23 de julio, después de haberse desarmado legalmente en la minilegislatura previa, dejando expedito el camino a quienes no han parado de amenazar con un referéndum de autodeterminación que ni la ONU, ese organismo al que tanto apelan algunos a veces…, admite.
Ya no valen más verborrea de los gallitos socialistas de siempre, esos que nada hicieron para parar a los suyos en el Congreso (¡Page, déjate ya de postureo!). De nada vale, el obturador os fijó en el lienzo con el que la historia, esa que tanto preocupa al marido de la investigada Begoña, os recordará, el que os reserva un lugar en el hall de los felones.
Sólo VOX, PP u UPN votaron en contra. Me pregunto, si tras el 9J, seguirá en vigor esa alianza de la que tanto habla González Pons en Europa. Y, me planteo, si bastará con un resultado electoral arrollador para que España comience a indultarse a sí misma (condenarse ya se condenó), poniendo a todos estos sumisos interesados en los últimos escaños de Parlamento europeo y de cualquier parlamento que se someta al escrutinio futuro de los españoles.
Se suele decir que tenemos lo que nos merecemos. Y debe ser verdad porque son las urnas las que deciden. Pero las urnas volverán a estar a ahí, y ahí es donde podemos y debemos reconducir toda la situación que ha dejado a España ante la incertidumbre de su propio futuro y, peor aún, de su propia integridad.
Es hora, pues, de saber quién es y dónde estamos cada español. La disolución progresiva de la Nación es una posibilidad nada descartable. Muchos ya sabemos qué queremos. De otros sólo sabemos qué son y cuánto valen: siete asquerosos votos.
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