
Agenda 2030 o la salud en el filo
Supongo que recordarán el pasado mes de abril que nos tocó vivir pendientes de saber si la fruta que comprábamos en el Hiper o en la tienda de al lado de casa (en estas en mucha menor medida), podían ser de esas de origen magrebí que llegaban peligrosamente contaminadas con la hepatitis A.
Y no era fruta de esa que se come de tarde en tarde por aquello de su precio o porque su recolección se produzca en cantidades, digamos, exclusivas. No, se trataba de fruta de consumo habitual: melones, sandias, fresas. Productos que curiosamente comparando su precio con el que se siembra en tierra española, es considerablemente inferior.
Cabe, pues, preguntarse de dónde proceden tantos fallos en la recepción de estos productos, si es que de fallos se tratase. Y, a poco que se investiga, comienzan a emerger respuestas que nos llevan al mismo origen ¿Adivina cuál? Les doy una pista: es de colorines… Efectivamente, nuestra muy (mal)afamada Agenda 2030 y documentos consiguientes.
Verán, el último ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible), el nº 17 pretende revitalizar la alianza mundial para el desarrollo sostenible. Un objetivo tan loable en su título como los 16 precedentes. ¿Qué ocurre? Ocurre que en su desarrollo sucede una doble problemática: ni a lo que nos llega se le aplican las normas en la misma medida que a lo que aquí producimos, ni el nivel de controles, según informes, es el esperable en una nación como la nuestra. Veamos, a cada ODS le siguen unas METAS desglosadas en más de una decena de indicadores propios de cada una que guían la consecución de los objetivos. Y he ahí donde encontramos alguna explicación a tanta importación cuasi descontrolada de los denominados terceros países o países menos adelantados.
Con respecto a las normas. Leamos la Meta 17.12: Lograr la consecución oportuna del acceso a los mercados libre de derechos y contingentes de manera duradera para todos los países menos adelantados, conforme a las decisiones de la Organización Mundial del Comercio, incluso velando por que las normas de origen preferenciales aplicables a las importaciones de los países menos adelantados sean transparentes y sencillas y contribuyan a facilitar el acceso a los mercados.
En cristiano, hay que pasar la mano a lo que llega de fuera porque sabemos que no cumple lo que aquí se exige a nuestros productos, pero tiene que entrar como sea. Lo que viene a explicar que, después, entidades de acreditación se expresen del siguiente tenor: … abrirse paso en los mercados exteriores representa en muchos momentos un reto… a las imposiciones económicas aduaneras se le unen barreras de tipo técnico... Para superar y minimizar estas barreras, la práctica totalidad de los países desarrollados han establecido organismos nacionales de acreditación… para minimizar los obstáculos técnicos al comercio.
Con respecto a los controles. Según Justicia Alimentaria, en su último informe de profético título (Buena suerte),España es el país que menos muestras analiza per cápita, dato que viene a confirmar lo redactado en párrafos precedentes de este artículo: mirar para otro lado y dejar pasar. Eso sí, a los nuestros nada de rebajarles la exigencia.
Finalmente, no está de más recordar que el próximo 9 de junio tenemos la posibilidad de dejar bien acreditada nuestra aprobación o no a todo este dislate, en forma de voto hacia quienes defienden todo esto o hacia quienes se empeñan en defender lo nuestro.
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