Domingo, 19 de Octubre de 2025

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José López Franco
Lunes, 29 de Abril de 2024

El caudillaje populista de un actor llamado Pedro Sánchez

"El gran teatro del mundo", auto sacramental del dramaturgo español Calderón de la Barca, nos sitúa en pleno siglo XXI con un actor de protagonista en la política española: Pedro Sánchez Castejón, presidente del Gobierno de España. El hombre de las mil tretas, el gran mentiroso compulsivo de la vida pública, ese superviviente de la adversidad, aquél que fue expulsado del PSOE y luego lo conquistó, ha querido brindarnos un "más difícil todavía" circense. Su egocentrismo le ha llevado a tratar de mantener en vilo a aquéllos inocentes o ignorantes de su osadía para erigirse en el gran "encantador" de mentes confiadas o vulnerables. Y en su ejercio de caudillaje populista obsceno, dice llevarnos a una dinámica de "regeneración democrática", él que decía hace unos días en el Congreso  que nuestra democracia es sana. Será un nuevo cambio de opinión a la que tanto nos tiene acostumbrados.

 

En realidad Pedro Sánchez lo que ha dicho entre líneas es que esta "democracia" no le vale y que opta por la  aniquilación de la independencia del poder judicial y de los medios de comunicación libres que tanto le molestan en su deriva de arrasar con todo lo que no se pliegue a sus intereses.

 

Todo el maremoto de su "reflexión" de cinco días ha sido consecuencia de que un juzgado abra diligencias sobre las actividades empresariales y económicas de su mujer. Un hecho que, en buena lid y en virtud de ese principio que dice de los políticos que han de tener el techo de cristal, exigía lógicas explicaciones suyas y de su esposa. Algo normal para esclarecer hechos, conductas sospechosas o intereses puestos en entredicho, aunque Sánchez ha optado por el método victimista de hacerse el sufridor de una presunta trama del eje del mal, protagonizado por la oposición, los medios de comunicación y los jueces, una triada que es, precisamente, la que le sobra a él para desarrollar con absoluta impunidad todas sus actividades.

 

Ha hablado de la legitimidad que le han otorgado la movilización de estos días, referidas a 12.000 personas que fueron a Ferraz el sábado o a las 5.000 que se movilizaron ante el Congreso para decidir su decisión de continuar. A eso llama Sánchez "mayoría social", disfrazando su "operación política" de cinco días que ha supuesto el punto y aparte de la proyección democrática que él plantea, sin incluir en esa "regeneración democrática" de la que habla, que en la Fiscalía, el CIS o RTVE no haya una persona de partido.

 

Bajo su prisma, Sánchez entiende la "regeneración democrática" en cambiar las mayorías para la elección del poder judicial -como le anima desde Sumar, esa fracasada política comunista que es Yolanda Díaz-, o darle más poder a los fiscales, endurecer el código penal en relación a la libertad de expresión o cualquier recorte de libertades que amenacen su impunidad. Ya hay quien habla de "golpe de Estado" blando, mientras Feijóo alude a su intento de cambiar de régimen por la puerta de atrás y Abascal vaticina que lo peor está aún por llegar.

 

La fantasmagoría de Sánchez le convierte en un peligro público, capaz como ha demostrado, de convertir las críticas  o las publicaciones sobre las actividades profesionales de su esposa, Begoña Gómez, como justificación para lo que denomina "regeneración democrática". Disfrazar de problema personal una operación política para desviar el foco informativo es una burda representación teatral, sin el menor escrúpulo en la que ha involucrado a la figura del Rey, convirtiéndo al Jefe del Estado, sin el menor recato, en actor secundario de su teatro, como signo inequívoco de un caudillo populista sin líneas rojas, esas de la que él se queja que otros trasgreden.

 

Me encuentro entre quienes nunca creyeron que se marcharía, y así tutulé mi anterior artículo de la pasada semana: 'El victimismo de Sánchez como estrategia'. No me equivoqué como tampoco tuve el menor atisbo de zozobra o insomnio por la incertidumbre de esos "Cinco días con Sánchez", más parecido a las "Cinco horas con Mario" de Miguel Delibes, aunque el monólogo de Sánchez, grabado, sin periodistas, sin preguntas (él que criticaba que Rajoy se pusiera tras un plasma para comparecer), ha supuesto su penúltima treta para invocar como autócrata enrabietado y desatado que su caudillaje populista no admite réplicas, ni enmiendas y mucho menos, control alguno o explicaciones de cualquier tipo.

 

He de reconocer que a mí, el único insomnio que he sufrido en cuestión de actividad política fue el secuestro de Miguel Ángel Blanco por ETA y esas angustiosas 48 horas que dieron como últimatum al Gobierno de Aznar para conseguir la imposible independencia del País Vasco y humillar al Ejecutivo para incapacitarle políticamente para el resto de la legislatura. Y paradojas de la vida, los proetarras de Bildu son ahora los socios de legislatura de Sánchez, que olvida los 86 secuestros de la banda terrorista, que asesinaron a 853 personas entre 1.968 y 2010, algunos de ellos socialistas y nunca pidieron perdón a las víctimas ni Bildu llamó grupo terrorista a los asesinos de ETA.

 

El narcisismo irrefrenable de Sánchez, su caudillaje populista, su provocación permanente bajo el enfrentamiento, puede generar un deterioro social y político de incalculables consecuencias. Y todo, por negarse a dar explicaciones sobre los negocios de su mujer y justificar si él está implicado o no, algo sencillo para diluir esas supuestas actuaciones desestabilizadoras a las que alude con tanta reiteración.

 

Para la prensa internacional esos cinco días de reflexión han sido un "parón" como "movimiento desconcertante de un superviviente político". Un ególatra que se cree por encima del bien y del mal, con poder omnímodo, capaz de convertirse en actor eventual.

 

Se dirigió por carta a los ciudadanos para informar de su "teatrillo", ahora lo ha hecho en una comparecencia grabada, sin preguntas y sin periodistas. El show está servido; con Pedro Sánchez, cualquier secuencia puede superar a la anterior, de este "puto amo" en palabras de Oscar Puente, para quien lo inédito se convierte en propio de su conducta. Su irresponsabilidad y falta de respeto a instituciones y al mismísimo jefe del Estado, no tienen límites. Ha demostrado que juega con todo el mundo sin escrúpulos y con el desahogo de un intrépido personaje.

 

"Ser tolerante no significa que comparta la creencia de otro pero sí significa que reconozco el derecho de otro a creer y obedecer su propia conciencia" (Viktor Frankl).

 

La opinión de Ceuta Ahora se refleja únicamente en sus editoriales. La libertad de expresión, la libertad en general, es una máxima de filosofía de este medio que puede compartir o no las opiniones de sus articulistas

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