
¿… Y los españoles?
El puzle de situaciones que alberga España aprovechando la acción de gobierno de Sánchez alcanza cotas inabarcables, bien por su número, bien por sus condicionantes.
Tengamos en cuenta la cantidad de votantes que a día de hoy siguen ofreciendo al PSOE la posibilidad de alcanzar el gobierno. Habría que preguntarse por qué votan al PSOE, de dónde procede ese nicho de votos que facilitan aupar al marido de Begoña hasta la poltrona monclovita. Es ahí donde se encuentra la explicación a la sorpresa del mundo demoscópico que, harto de publicar sondeos (debidamente cocinados, todos, siempre) en los que se anuncian caídas del PSOE a números de escaños históricos, ven como el socialismo continúa sosteniendo el bastón de mando. Otra cosa sea por quién lo mantiene.
Nótese como la implementación de eso que llaman políticas sociales, que consisten en crear nuevos derechos con sus correspondientes dispendios públicos (las paguitas que ustedes ya saben), acompañado de aumentar las ya existentes, proporciona un rédito electoral evidente e invita al mantenimiento de dicha línea de actuación sin límite. A cualquier invento al que se adhiera la pegatina de nuevo derecho reconocido asiste, de suyo, una nueva partida económica que da sentido (y más aspirantes) a lo aprobado por decreto o por mayoría en las cámaras de representación nacional con sede en Madrid.
Se entiende, a partir de esto, la cola que espera ser asistida si a lo mismo se le suman los conocidos como efectos llamada, que vienen a cerrar el círculo una vez que el voto cae en la urna. Dicen que quien siembra, recoge… y algunos están aprendiendo de otros. Observen los cambios de postura del PP en temas como el aborto, el uso de dialectos regionales frente al español, o la propia imposición a toda costa de políticas globalistas tipo Agenda 2030 o Pacto Verde Europeo, aunque de esto último amagan con rehuir. Los nichos son los nichos… Sería de consideración plantearse qué votantes son los que dejan de coger la papeleta y por qué, tiempo atrás, del capullo. Ese asunto dejémoslo para otro día.
Es fácil, pues, deducir la razón de la perplejidad de esa otra parte de españoles que ven como el statu quo que le venden a diario, cada vez es más caro mantenerlo; que cada día son más los impuestos y más onerosa su forma de vivir. De ahí al cambio de bando, sólo hay un paso. Mejor vivir de los subsidios y similares.
Resulta fácil colegir que cada día sean menos los que conserven el sistema y, cada día, sea más difícil hallar de dónde sacar para sostener a los primeros. Europa ya está avisando. Históricamente, esta forma de ¿gobernar? se ha demostrado insostenible y sus consecuencias impredecibles, dentro de lo indeseable. Pero es lo que tiene el afán de poder. Panem et circenses, dice el latinazgo; sin embargo, el pan también se acaba…
Cabe plantearse a qué proyecto responde este marco sociopolítico en qué nos convivimos; si es propio o impuesto por intereses extraños a España; si busca un fin que aspira a remodelar o cambiar de régimen o, simplemente, es una inconmensurable excusa para hacer del poder un modo de vida. Ni eso ni lo anterior, definitivamente, es democracia.
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