Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Actualizada Lunes, 15 de Septiembre de 2025 a las 11:52:52 horas

José López Franco
Viernes, 23 de Febrero de 2024
Restrospectiva

El 23 F que viví en Ceuta

A los 43 años de aquélla fatídica jornada, del 23-F de 1981 cuando la joven democracia española corrió un serio riesgo de involución política, con la retrospectiva que nos otorgan los años y la experiencia de un recuerdo imperecedero, he de echar la vista atrás para rememorar aquélla tarde, cuando se desarrollaba en el Congreso de los Diputados la sesión de investidura del candidato a la presidencia  del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo,(UCD) hasta entonces vicepresidente segundo del Ejecutivo de Adolfo Suárez.

 

Me encontraba a punto de salir de mi alojamiento en la Residencia de la Juventud de la Plaza Vieja en dirección al periódico El Faro donde trabajaba, cuando a las 18:23 horas, escuché en el transistor del que seguía el acto, una serie de ruidos similares a una mala conexión eléctrica que no fue tal, cuando el locutor comenzó a decir: "Un grupo de miembros de ETA disfrazados de Guardias Civiles, ha irrumpido en el Congreso de los Diputados con propósitos de secuestrar a los políticos". De fondo se escuchaba a Tejero con su ya clásico "se sienten coño" y el sonido de los disparos intimidatorios.

 

Los primeros momentos fueron de confusión y perplejidad. En esos instantes, el discurrir por nuestras calles céntricas de soldados de reemplazo pertenecientes al servicio militar obligatorio, daba una sensación de normalidad, aunque desde El Faro de Ceuta que dirigía Tato Ferrer, pronto nos pusimos en contacto con Gerardo Mariñas Romero, comandante general de Ceuta y delegado del Gobierno, tio del periodistas Gerardo Mariñas, director de informativos de Tele-5. En aquél momento, el delegado del Gobierno y el Comandante General de Ceuta, eran responsabilidades que asumía la misma persona. Era importante conocer el pulso militar en aquél momento, cuando se hablaba que en Valencia, el teniente general Milans del Bosch había ocupado militarmente la ciudad y proclamado el estado de excepción. Se conocía también que Antonio Tejero que asaltó el Congreso con un grupo de miembros de la Benemérita, esperaba órdenes, del que decía era "el elefante blanco" a través de Alfonso Armada.

 

Desde el primer momento, El Faro de Ceuta se posicionó al lado de la Constitución, porque en aquélla época la corriente de independencia del decano de la ciudad era una característica muy marcada en su línea editorial. Recuerdo que, con el paso de los años, tuve ocasión de comentar aquéllos instantes y Ricardo Muñoz me dijo que él como alcalde para ir de la puerta del Ayuntamiento a la Comandancia General de Ceuta, pese a la cercanía, utilizó el coche oficial para entrevistarse con Gerardo Mariñas, quien desde un primer momento declaró que había sido una actuación de unos locos, desvaneciendo cualquier atisbo de identificación con Milans del Bosch, quien echó los carros de combate a la calle, no sólo en Valencia sino también por la zona de Lorca y Murcia, donde conocí testimonios de la época que decían de la confusión del momento, porque cuando se les preguntaba a los soldados hacia donde se dirigían, respondían que "a luchar contra el enemigo", sin identificar de quien se trataba. Algo tan esperpéntico no podía acabar de otra forma que en fracaso de un intento de golpe de Estado, consecuencia del ruido de sables que precipitaron con anterioridad la dimisión de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, a quien culparon en primera persona -algunos estamentos militares-, de sobrepasar la tolerancia del momento en el tránsito de la dictadura al régimen democrático.

 

Aquélla tarde del 23 de febrero de 1981, hubo socialistas que temieron lo peor y se dió el caso de dirigentes de izquierdas como Francisco Fraiz Armada o Aurelio Puya, dispuestos a "secuestrar" o hacer desaparecer la documentación y ficheros de la documentación que había en su partido, en evitación de consecuencias imprevisibles. Eran momentos de zozobra, incertidumbre, no pocas dudas y preocupación.

 

Desde El Faro de Ceuta la tranquilidad de los militares en el deambular por nuestras calles con absoluta normalidad era síntoma inequívoco de sosiego. No se había alterado el pulso de la ciudad: los bazares permanecían llenos de clientes.

 

La eleboración del editorial de El Faro aquélla tarde fue aportación de Tato Ferrer, Luis Aznar y mía. Titulamos "Asesinar la democracia", por resumir en forma lo más gráfica y concisa posible cuál era el objetivo que perseguian los involucionistas del momento. Cerramos la edición a las cinco de la mañana, tras una noche tortuosa, llena de tensión y agotadora, en la que sólo respiramos tranquilos cuando a la una de la madrugada compareció S.M. el Rey Juan Carlos, vestido con uniforme de capitán general de los Ejércitos para dirigirse por televisión a todos los españoles con el propósito de situarse en contra de los golpistas y defender la Constitución.

 

Habíamos estado pendientes de los teletipos y de la televisión en esa vigilia plagada de inquietud que acabó con final feliz para los demócratas. Una vivencia inolvidable a nivel personal y periodístico que forma parte de la historia de España, como la intentona fallida de un golpe de estado infructuoso. Una situación que es historia viva de España así como a nivel personal y de la que fuí partícipe directo a nivel profesional.

 

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