Lunes, 08 de Septiembre de 2025

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Antonio Palomar García
Miércoles, 07 de Febrero de 2024

Con la Justicia pasada por agua y las carreteras rugiendo

Sé que las primeras lecturas de estos humildes artículos se producen In partibus infidelium, en tierra de infieles. Infieles a la cultura, a la religión, al sistema político, a la vida de la propia tierra. Tierra de infieles a la propia tierra que llama leal a quien se mantiene indómito a la traición a lo suyo, leal a lo de siempre. Y, quizá por ello, es necesario insistir, siguiendo consejo Orteguiano, ofreciendo a los no convictos la evidencia que abruma a propios y extraños y que viene asolando la incredulidad española.

 

Incredulidad de una España que lleva demasiado tiempo esperando que unos se ocupen de ella y otros la desocupen. Que quienes se ocupen de ella sea para defenderla y quienes la desocupen dejen también de traicionarla. Que quienes la defiendan lo hagan desde el honor que significa y quienes dejen de traicionarla, comiencen a pagarlo desde las sentencias que les dicten la misma Justicia a la que le quieren negar el pan y la sal.

 

Esa España echada a la carretera en busca de dignidad en su sustento, despabilada ahora a la realidad de una Agenda 2030, la del pin de colorines, de la que ya me permití artículos atrás algún brochazo, y sobre la que sólo VOX había advertido hasta el hartazgo de sus nefastas consecuencias y, como siempre, ahora muchos se apuntan al rebufo de los de Santiago Abascal, al tiempo que los Populares se miran entre ellos al ver la que siguen liando en Europa capitaneados por el tal González Pons y de la que ya poca escapatoria a su responsabilidad tienen. La Agenda 2030, reitero, la firma en 2015 Rajoy (sin consulta previa) y Europa, con el voto de PSOE y PP, vincula a su cumplimiento la recepción de los fondos Next Generation. Podríamos detallar, pero he ahí el meollo de la ruina agroganadera y pesquera española (súmenle otros sectores que irán desvelando la propia).

 

Eso sí, nuestra ministra de Hacienda sigue vendiendo su burra, contándonos que los españoles de todo el territorio nos ahorraremos nada más y nada menos 1.385 millones de euros en cosas de IRPF (en 2018 decía aquello de “1.200 mill. no son nada, chiqui”). Los catalanes, beneficiarios también de ese peculio, se ahorrarán 15.000 millones de euros de deuda a cambio de 7 votos… ya saben.

 

Al mismo tiempo, los independentistas que gobiernan Cataluña, por mor de la sequía, requieren de España el agua que necesita todo el Condado Catalán. Y parece oportuno aquí, señalar la necesaria solidaridad y reciprocidad del conjunto de regiones de España con Cataluña… y viceversa. El agua no se le niega a nadie. La Justicia tampoco. Y así como el agua no debe gastarse bajo caprichoso arbitrio, tampoco la Justicia debe aplicarse adaptándola al criterio ni a la necesidad de nadie.

 

Las carreteras parece que seguirán rugiendo a tractor, a camión y a labrador al que los sindicalistas de clase, tan bien apoltronados como quienes les mantienen a base de las subvenciones que a ellos sí les llegan a poco que las soliciten, le niegan su apoyo por no ser trabajadores por cuenta ajena. Y, efectivamente, no lo son si no se considerase la dependencia que el campo patrio tiene de las ayudas, cada más ínfimas, que la tristemente famosa PAC ofrece. Ni Sordo ni el otro viven de la PAC. Pero es que a los agricultores tampoco les llega para vivir con los frutos del surco europeo, siempre tardíos, siempre escasos.

 

No se trata ahora de aplaudir como en tiempo de pandemia, si no de reconocer y, por qué no, hasta de animar a sumarse a las manifestaciones de quienes hacen posible que llenemos el frigorífico. La porquería que reciben por su trabajo venía clamando al cielo la justa retribución y precio a tanto esfuerzo desde hace décadas. Ahora algunos comienzan a recibir el eco de tal clamor. Más les vale que sólo sea eso. Por el bien de todos.

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