Burkina Faso, “El país de los hombres honrados” -donde Faso significa “país”-, está siendo sujeto de noticias por tres recientes asesinatos de tres religiosos católicos en estos últimos meses.

Efectivamente, el pasado 15 de febrero fue asesinado Antonio César Fernández Fernández, salesiano, asesinado en Nohao, provincia de Boulgou, a 40 km de la frontera con Ghana.

El 12 de Mayo fue asesinado Simeón Yampa, sacerdote de 34 años, burkinés, sacerdote diocesano en Dablo, provincia de Sanmatenga, al norte del país; al martirio del padre Yampa le acompañaron cinco feligreses escogidos entre los participantes en la misa. Posteriormente los asaltantes incendiaron el templo y razziaron otros edificios de la localidad de unos 30.000 habitantes.

Finalmente, el pasado 17 de este mes, el también salesiano Fernando Hernández sufrió igual destino en la localidad de Bobo Dioulasso, segunda ciudad en importancia en el país, después de la capital Ouagadugú. En esta acción fue herido Germain Plakoo-Mlapa, uno de los alumnos del centro de formación profesional que dirigía el salesiano asesinado.

El riesgo que asumen los misioneros es algo que conocen y asumen por amor a los más necesitados, consecuencia del Amor que sienten hacia Cristo.   

Burkina es uno de los países más pobres del mundo. Según el FMI ocuparía el lugar 165 de 182 en PIB per cápita. Su economía es tan débil que la población se ve abocada a emigrar para poder enviar recursos a las familias. La mayoría de los jóvenes emigrantes lo hacen a Costa de Marfil a pesar de la enorme expulsión que el país receptor hizo en los años 90, y que supuso el retorno de unos 350.000 burkineses a su país. La emigración burkinesa a Europa no es especialmente significativa y la que llega a Ceuta no alcanza el 1%, aunque parte de ellos pueden estar clasificados como marfileños. No se han detectado mujeres con ese origen.

En el país, y especialmente en la zona del Sahel, operan dos grupos de corte islamista, el primero el autóctono Ansarul-Islam, y el segundo una coalición denominada “Grupo para el apoyo del Islam y los Musulmanes” (JNIM) que agrupa a Al Qaida del Mahgreb Islámico (AQMI), Al Morabitum y Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS). De hecho, el Ejército burkinés está llevando operaciones en solitario y en coordinación con la iniciativa de defensa G5 Sahel.

Uno podría llegar a pensar que es precisamente la adscripción islámica de los movimientos terroristas lo que motiva el ensañamiento que demuestra este tipo de asesinatos contra los católicos, pero realmente es sólo una excusa. La realidad es que los extranjeros representan una amenaza para la supresión de la pobreza y una constante denuncia de las actividades criminales de este tipo de organizaciones. Hay pues un componente religioso, un componente xenófobo y un gran componente económico mafioso. En un país tan pobre como el Faso, las organizaciones terroristas-mafiosas son la única empresa rentable, y la pertenencia a las mismas supone en muchas ocasiones un ascenso en la escala social. La estabilidad social y el desarrollo económico juegan un importante papel en la desactivación de estas mafias.

Aún así, ser católico en Burkina Faso es una adscripción de un riesgo muy elevado ya que supone ser ese signo de contradicción del que nos hablaba San Juan Pablo II.

En el momento de terminar estas líneas llegan las noticias de que en Toulfé, al norte del País, durante la misa dominical del día 26 de mayo ha sido asaltada otra Iglesia católica y cuatro feligreses han sido asesinados.