Domingo, 14 de Septiembre de 2025

Actualizada Domingo, 14 de Septiembre de 2025 a las 08:13:29 horas

Antonio Palomar García
Martes, 16 de Enero de 2024

España entre revanchismos, gatas pardas y cobardías

Se ve que el revanchismo, que hoy llaman gobernar, consistía en devolver a las calles de España a sediciosos, terroristas, prevaricadores y malversadores. También a pederastas, pedófilos y violadores, mientras el españolito de a pie permanece narcotizado por ese alivio momentáneo de sus males a base de subidas de pagas, paguitas, bonos y toda la retahíla de ofertas compravotos que rompen en aplauso fácil al líder que te vende que es necesario importar más cobradores de nuestros impuestos, traídos o llegados de un ultramar al que se le ve la costa a poco que levantes la mirada sin perder de vista lo tuyo ni a los tuyos… por lo que pudiera suceder.

 

Consistía el revanchismo en conceder, a supuestos socios, privilegios que hoy se desvelan en colocaeros para amiguetes, al tiempo que se suman a trincheras que disocian a los socios, pero no demasiado lejos.

 

Los mismos, sumados todos, han agregado a lo estrafalario en las formas, lo irreverente en la expresión y lo irrelevante en el fondo para quedarse, definitivamente, con la ridiculez como suplente de todos aquellos valores que hasta ahora constituían la base de nuestra sociedad. Nuestra tradición y cultura han sido apartadas para dar paso a todo eso que viene en llamarse la cultura woke y de la cancelación, derivadas de aquel todo vale, que requiere de poco para mantenerse y, por lo tanto, necesitada de poca inversión para incentivar y fomentar su expansión como nueva raíz de todo.

 

Esperemos que todo quede en una moda y que lo de siempre, lo clásico y lo típico que viene a ser lo que hace pervivir a las naciones, renazca. Pero, para ello, es preciso cuidar la heroicidad del compromiso que significa el mantenimiento de la lealtad hacia lo de siempre, aquello que llamamos lo nuestro y que viene a constituir lo que somos, que en España se traduce en llamarnos españoles.

 

Y hubo de ser, también en tiempo de manadas, cuando el PSOE acudió raudo y en redil a felicitarse por haber preñado con la infamia e ilegalidad de una amnistía soez e indeseada las entrañas de nuestra Constitución que, de no asistir pronto a la interrupción voluntaria de semejante engrendo, Dios sabe qué cosa alumbrará para ocupar el sitio que por aquí dejemos (por la buenas o por las malas) los que hoy estamos. Y se me inquirirá postreramente sobre si ahora sí acepto semejante, por horrenda, palabra, el aborto. Claro que sí, y también estaré a favor de perseguir a quienes preñaron con tal grado de maldad a La Madre España, que jamás le cupo suponer que acabara carne del incesto de sus propios vástagos, para que estos, después, se sintieran justificados para concluir el periodo de vida de La Madre e imponer a otra en su lugar. ¿Qué otra? Una cualquiera. En tiempo de manadas todas las gatas son pardas

 

Pero si redirigimos nuestra mirada mucho más acá de la derecha y apartándose del centro, el PP insiste en su negativa a pactar con VOX por la sencilla razón de que estaría reconociendo su debilidad, esto es, su incapacidad de ser esa fuerza política capaz de ir hacia adelante con todo eso y en las formas que hasta la fecha el popularismo no mostró. Porque en el PP, desde que decidieron arrimarse al centro y proclamarse reformistas por no llamarse progresistas, no se atrevían (de nuevo la apelación a la valentía) a presumir del socialismo ínsito que reflejan las políticas que generan, y que alcanzan su culmen en los diarios y grandes acuerdos europeos, que le pregunten, v.g., a González Pons y la firma allá por 2015 de la tristemente famosa Agenda 2030 por parte de Rajoy (sin consultar a nadie, por cierto. Otra socialistada más).

 

El problema es que no llegar a acuerdos a nivel nacional con VOX es otra forma de reconocer la superioridad del propio partido de Abascal, a la hora de afrontar asuntos ante los que el PP, desde los 90 hacia acá, ha ido apocándose hasta el más vergonzoso acomplejamiento ante el socialismo español ya sea el zapateril o el sanchista. Me atrevería a llamarle miedo. Y en esta línea ocurre lo que ocurre, que toda iniciativa que presentan desde Génova, ya sea en el Congreso, ya sea en el Senado, termina diluyendo su esencia principal hasta amoldarla a los deseos de Ferraz, so pena de acabar olvidada en un cajón o en la trituradora de papel de algún despacho de los del número 1 de la Plaza de las Cortes madrileña. Véase, por ejemplo, el cambio de postura del PP ante su propio recurso a la Ley del Aborto del que se alegraron que no saliera adelante; de la última propuesta de llegar a un acuerdo con la Ley de Amnistía para los golpistas catalanes; o de la tolerancia ante la inmigración ilegal a la que se refieren con la boca pequeña los súbditos de Feijóo. Viene siendo costumbre también que los liderados por el expresidente gallego, se opongan a iniciativas de VOX para, meses después, presentarlas haciéndolas suyas (caso de la rebaja del IVA durante la pandemia).

 

Y en medio de todo, España.

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