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Rodrigo Díaz
Martes, 28 de Noviembre de 2023
Crónica

Crónica de una vivencia: La 'segunda vida' de Javier Guerrero en prisión

La cárcel para quien no es un habitual de la delincuencia común resulta muy traumática. Quien por fas o por nefas, se ha visto impelido a sufrir un trance de esta naturaleza, llevará impregnada de por vida una experiencia marcada, secuencialmente, de escenas inolvidables: desde la intimidación de los presos más veteranos - los centros de reclusión tienen en sí mismos sus códigos de funcionamiento internos-, o las ayudas de quienes, con más sensibilidad, prestan su apoyo moral y práctico, por muy aterradora que haya sido la causa de su ingreso privado de libertad.

 

Quienes conocemos el "leit motiv" de la secuencia carcelaria, sabemos que allí dentro se llora mucho, nos sentimos alejados del mundo, como en un exilio sin noción del tiempo lejos de la sociedad, como desheredados de la civilización o muerto en vida. La indeterminación de nuestra puesta en libertad es de tal incertidumbre que supone una tortura añadida al sufrimiento de estar privado de libertad.

 

Para distraer la mente, en evitación de la flagelación mental que supone machacarse el cerebro sobre las interrogantes que nos asaltan sobre muchos "por qués", sin respuesta lógica y sumidos en la injusticia de una situación incomprensible, puede darse el caso que el recluso se refugie en la lectura. La biblioteca de la prisión es una muy buena válvula de escape para distraer la mente y relajar tensiones. Y para ello, un buen antídoto es el libro de Jorge Bucay, "El camino de las lágrimas", recomendable en este caso y estos trances, como fenómeno de ventas, gracias al auge que ha experimentado toda la temática de autoayuda surgida de este médico (psiquiatra) y escritor argentino. En "El camino de las lágrimas", se afronta una de las situaciones más complejas y delicadas de la experiencia humana: la pérdida de un ser querido. Un asunto traumático equivalente a la pérdida de la libertad, el bien más preciado del ser humano, del que decía Abraham Lincoln: "Los que niegan la libertad a otros no la merecen para ellos mismos".

 

Una vivencia tan dura entre cuatro paredes, deja secuelas psicológicas y lecciones de vida; en prisión te encuentras gentes hundidas, muy hundidas. A un centro de reclusión entras llorando y te marchas emocionado también con lágrimas. Al dejarlo, todos lo que allí quedan quieren recuerdos tuyos, gente sencilla que te da teléfonos, direcciones, que te aplauden, incluso cuando abandonas un recinto en el que aprendes a "no amar ni el odio ni la maldad", sabedor de que cuando abandones tu existencia en este mundo, cuando dejes esta vida que ha jalonado tu propia existencia, no te llevarás nada pero sí quedará aquí lo que fuiste, cómo te comportaste y qué conducta tuviste durante tu existencia. Ese es el verdadero legado para los tuyos y para quienes te conocieron. El gran epitafio de tu vida.

 

Relativizando situaciones, la experiencia carcelaria nos lleva a experimentar una sensación emanada de un gran pensador, el poeta chileno Pablo Neruda:"Confieso que he vivido". En efecto, se trata de vivencias imperecederas, grabadas a sangre y fuego en nuestro interior, donde puedes dejarte hasta 14 kilos como tributo al sufrimiento, así como no pocos pensamientos y reflexiones, a la vez que la impronta de una injusticia que llevas como una pesada carga en tu conciencia -con sentimiento de incomprensión-, como grabada a fuego y que te ha hecho mucho más fuerte de lo que antes eras, porque también decía otro relevante pensador, Goethe, "mis errores son mis experiencias". De ellos se aprende y nos enriquecemos.

 

Jalonar nuestra existencia de experiencias, aprender de los errores y proyectarse al futuro con más sabiduría, es un aprendizaje personal que genera en nuestra "segunda vida" en prisión, un bagaje que nos hace más completos: mejores personas y con la fortaleza necesaria para afrontar retos que, en otros escenarios, nos parecerían inalcanzables. Javier Guerrero acaba de hacer un curso intensivo de lecciones de vida. Un tesoro que es sólo de su propiedad y que le ha convertido, desde el silencio que guarda actualmente sobre su reciente y dura experiencia en un personaje de valor literario. Podría decirse de este reputado galeno que ha mejorado sus valores personales, convirtiéndose en alguien que ha dado una lección de resignación, sufrimiento en silencio y grandeza de espíritu. Nunca alguien como él, merecía tanta crueldad. La vida sigue...

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