Ceuta avanzada en el Estrecho es una ciudad chiquitita, pero no marinera, que vive de espaldas al mar. Poblada por castellanos y andaluces de secano, únicamente se acuerda del mar para tomar el ferry hacia la península con la maleta en una mano y un rosario en la otra con que encomendarse al divino ante el susto de tener que atravesar el angosto los días de temporal.

Es lamentable que una ciudad costera que tiene acceso a una variedad de recursos y beneficios derivados del mar que pueden contribuir significativamente a su riqueza y desarrollo no los aproveche; campos tan diversos como la pesca, el comercio, el turismo, las energías renovables, la investigación y la educación o el desarrollo de infraestructuras están sin explotar en una ciudad que vive detrás de una muralla, aislada del territorio en el que está incrustada y que tras más de veinte años de políticas populares no ha sido capaz de avanzar. Esta semana hemos sabido por el equipo de propaganda portuario que Ceuta cerrará la temporada de este año con un total de quince escalas de cruceros, de las dieciséis inicialmente previstas ¡por encima de los años precedentes! lo que supone (así nos lo venden) toda una hazaña del presidente del puerto ¿Cómo podríamos no admirar su gestión para alcanzar un volumen de negocio tan enorme que prácticamente requiere una lupa para ser apreciado? Mientras esto sucede, el tipo inaugura un centro de datos que podría instalarse en cualquier inmueble de los muchos que están abandonados o en desuso en nuestra ciudad y lo hace ¡en pleno muelle! mientras los palmeros de costumbre aplauden con sonrisa de babilón porque son clientes del poder que alimenta sus expectativas de negocio. Claro que la apuesta por el centro de datos viene a maquillar la imagen lamentable de un puerto cuyas explanadas desoladas no sirven a las mercancías, que vegeta sin crecimiento alguno, que no apuesta por los barcos, que no tiene prácticos, que empequeñece en la entrega de combustibles y que es el pulmón averiado de una ciudad desaliñada que atrasada e ignorante vive de la vanidad, la avaricia y la endogamia cultivada por un partido político que es la única filial popular de toda España que no está detrás del muro erigido por Sánchez para aislar a todo aquel que no piense que es el más guapo, el más alto y el mejor de toda la clase. Vamos que queda poco tiempo es la expresión pública de algún representante del sector inmobiliario apurado porque el paso del tiempo no satisface su deseo de enriquecerse, mientras se desarrolla una iniciativa del puerto para vender sus terrenos a la especulación. Mucha tierra y muy poco mar en un puerto más parecido a un motor oxidado que a un centro de comercio vibrante que esconde sus desafíos bajo un manto de humo publicitario ¡Qué placer vivir en una ciudad que derrocha su potencial mientras aplaude con entusiasmo su propia decadencia! ¡Enhorabuena, al presidente del puerto, por deslumbrarnos con su grandiosidad tan fácilmente apreciable! Dentro de poco sustituirá en su puesto al presidente de la Ciudad.