¡Madre mía! Casi estaba claro. Tanto hemos hecho por condenar el franquismo que parece que nos hayamos ido directamente a la segunda república. El disparo a Aleix Vidal-Cuadras tiene el tufo de “la motorizada”, con el agravante de que hoy no es 18 de julio de 1936 ni hay Generales liderando una sublevación.

Por mucho que le pese a un Partido Socialista -que siempre ha tenido cierta condescendencia con la violencia armada por parte de la izquierda, cualquiera que sea su pelaje (de ahí que Otegui sea considerado un “hombre de paz”)- que gente normal rodee sus sedes en toda España y exija que no se firme un pacto de vergüenza, nada es comparable con lo que acaba de ocurrir.

No entiendo que se justifique como que no eran actos violentos el que los CDR cortaran el tráfico ferroviario en Sants, o las autopistas en Barcelona, o que apedrearan a la Policía. Tampoco entiendo la contundencia con la que la Policía Nacional disolvió la concentración absolutamente pacífica el pasado lunes en Madrid.

El Partido (nacional)socialista está sobreactuando. Especialmente sus dirigentes. La repugnante doble vara de medir que siempre ha exhibido hoy ha cruzado todos los límites. 

Y no. No estamos hablando de cartuchos enviados a través del Ministerio del Interior a nombre de un dirigente comunista. Estamos hablando de un cartucho disparado a la cara de una persona cuyo único delito es discrepar con la deriva suicida en la que ha entrado este gobierno junto con sus socios. A eso ya hemos regresado.

España no merece un Gobierno que les mienta. Y debe actuar contundentemente con este intento de asesinato político. Y rápido.