Rebel 2023, directores Adil El Arbi y Bilall Fallah
¿Puede el arte cambiar el Mundo? Esta pregunta tan recurrente como retórica tiene fácil respuesta: No En todo caso el arte puede conmover, transformar a la persona concreta e individual que tiene contacto él. Y aquí estamos frente a una película que transforma y conmueve a través del horror que supone el islamismo y su vertiente más violenta e inhumana, el yihadismo.
Prestad mucha atención al nombre de los dos jóvenes directores de la cinta, Adil El Arbi y Bilall Fallah. Belgas de ascendencia magrebí. Dos ‘moros’ y además de Molenbeek. Saben bien de lo que hablan. Al igual que el reparto en donde la casi totalidad de actores y actrices son igualmente de ascendencia magrebí.
La sinopsis de la historia, basada en hechos reales, es simple y tristemente muy común: joven belga de ascendencia marroquí, Kamal, con un fuerte sentimiento de desafecto hacia Bélgica, su país de nacimiento y acogida e idealización hacia el de ascendencia, Marruecos, aunque lo desconoce casi totalmente más allá de pasar unos días de vacaciones en Tánger, vive su vida de forma hedonista y despreocupada. Cantante de rap, autoedita provocativos videoclips al estilo ‘Gangsta’ y como no, trapichea con drogas para costearse su alto estilo de vida. Su madre se parte la espalda en trabajos precarios y presta toda su atención al hijo pequeño, Nassim, de apenas 12 años, que idolatra a su hermano mayor mafiosete, al que desea fervientemente emular. En ese contexto de familia desestructurada sin figura paterna estalla la guerra de Siria y es entonces cuando Kamal siente la llamada provindencialista de la ‘Umma’, encuentra en el Islam la unidad de destino que ha de guiar su vida y ese sentimiento superior de pertenencia por encima de corruptos países europeos, que no siente como suyos pese a haber nacido en uno de ellos. Un desarraigado auto marginado, que por el hecho de ser magrebí cree encontrar en el Islam la razón de ser de su vida, bien.
Una vez en Siria y actuando en labores humanitarias frente a los bombardeos y masacres sobre población civil del ejército de Bashar al Assad, Kamal decide dar un paso más y se alista, voluntariamente, en el Estado Islámico.
Hasta aquí, un argumento bastante convencional.
Ocurre que lo absolutamente magistral de la cinta se encuentra en la dirección de los dos jóvenes realizadores transformando una producción pequeña (en cuanto a presupuesto) en una enorme, imprescindible (en cuanto a resultados, logros).
Para empezar la película bien puede adherirse al género de ‘terror yihadista’ adoptando la forma de un thriller de acción. Hay un misterio inicial; cómo un joven desarraigado y hedonista puede aparecer en todos los noticiarios de TV. llevando a cabo actos de crueldad extrema filmados al más puro estilo super producción de Hollywood y emitidos en ‘prime time’ para que el Mundo los vea y se horrorice.
A partir de esta situación inicial los directores manejan de manera excelsa tanto el punto de vista como el ritmo en una historia repleta de flashbacks y elipsis en la que el metraje poliédrico se tratará como una suerte de rompecabezas en el que finalmente, todas las piezas encajarán.
La situación se nos narra desde tres puntos de vista, el de Kamal pero también desde la perspectiva de madre e hijo menor. Distintos ritmos y diferentes puntos de vista dependiendo de la perspectiva de los 3 personajes principales.
Vamos a ver por primera vez en el cine al Estado Islámico desde el interior, como nunca antes se había retratado. El espectador va a ser testigo privilegiado, y horrorizado, de cómo un consorcio mundial de monstruos encuentra en el Corán, la Sharia y en su propia psicopatía, la vía de escape perfecta para dar rienda suelta a todas sus brutales parafilias, cómo crean una mega empresa de terrorismo a escala multinacional y llevan a cabo los más horribles y pavorosos actos de violencia con total y absoluta impunidad, es más, gratificación. Kamal va a ser nuestro maestro de ceremonias. A través de él vamos a vivir su desafecto inicial, su adhesión primigenia, su fanatismo ciego, su paulatina decepción y su lucha final por recuperar lo poco que le queda (o quede) de humanidad…El camino exactamente inverso que recorrerá su hermano pequeño. Y en medio de la tragedia de dos varones (un joven y un niño), una madre luchando porque el horror yihadista no los destruya.
Otra virtud magistral de la cinta es la forma en la que combina hiperrealismo con ensoñación. La crueldad extrema se entremezcla con lo onírico. El espectador va a presenciar imágenes de violencia sádica y crueldad gratuita pero precisamente en aquellas situaciones en la que los directores consideran que no pueden traspasar ciertos límites ya intolerables de ‘explicitación’ del horror, se nos introducen tres videoclips a lo largo del metraje, esto es, cómo Kamal (editor de videoclips en su apacible vida en Bruselas) percibe lo que está ocurriendo o lo que ha podido ocurrir. Esos tres miniclips rompen la tendencia explícita de las imágenes pero en su simbolismo onírico resultan igualmente inquietantes. Interludios musicales minuciosamente coreografiados, que no forzados.
Lejos de aspectos doctrinales de si en el Islam encontramos facciones sunitas o chiitas, si domina el salafismo o el wahabismo en la manera de dar rienda suelta la vis psicopática inherente del yihadismo, lo que se nos muestra aquí como nunca antes se había hecho es la forma en la que el Estado Islámico aplica su propia ‘legítima excepción’, esto es, ellos marcan las leyes que luego se permiten quebrantar, como Mahoma y sus supuestas ‘revelaciones’, basadas en un prosaico voluntarismo casi siempre relativo al sexo (cuando al ‘profeta’ le apetecía tener acceso carnal con la mujer que fuera, rápidamente lo justificaba con una revelación y aquí paz…y luego gloria). Que tal voluntarismo haya alcanzado marchamo de religión universal profesada además por hombres inteligentísimos y mujeres a la que la propia doctrina dogmática humilla, es un misterio inescrutable. En la cinta se nos cuenta cómo el Estado Islámico llega a aplicar incluso su propia doctrina ‘wahabi takfir’ para ejecutar a otros musulmanes, aunque estos sí cumplan a rajatabla las leyes islámicas.
Así pues observamos a auténticos ‘gánsteres del terror’ hacer uso de metanfetaminas, cocaína como si en lugar de Siria fuera Colombia, viagra en cantidades industriales, comprar y vender esclavas sexuales en macabras subastas como si fueran ganado, para luego prohibir por ejemplo los cigarrillos Marlboro, la pornografía o el alcohol. Todo será haram o Sharía conforme a sus intereses. Incluso aunque los matones del ISIS actúen en base a preceptos sunitas, utilizan los ‘casamientos por horas’ propios de la doctrina chiita para esclavizar sexualmente a mujeres ya casadas. Todo vale y el criterio además lo marcan ellos.
La película también retrata el proselitismo yihadista que se ejerce en los barrios marginales de Europa en donde decenas de miles de jóvenes magrebíes (auto)marginados, desarraigados, mártires pero de su propia aculturización, son víctimas propicias para ‘la captación’. El modo sutil, progresivo, metódico, personalizado en la que se lleva a cabo el proceso de radicalización del ‘captado’ y el juego de manipulaciones al que se le somete por parte del ‘captador’, que además opera con total impunidad porque ninguna legislación penal se muestra eficaz, ni preventiva ni reactivamente, se nos detalla de manera minuciosa, fría…cruel.
Una película valiente, imprescindible, hecha por magrebíes y árabes, por lo que se desactiva el argumento de que estamos ante una obra islamófoba pero que retrata las vergüenzas de muchos musulmanes que se dicen ‘moderados’ y que se limitan a mirar para otro lado puesto que el yihadismo ‘no es su problema’.
Enhorabuena a los directores Adil El Arbi y Bilall Fallah, representantes quizás del denominado ‘islam laico’. Han creado la mayor invectiva visual de la historia del cine contra el yihadismo en todas sus formas y manifestación. VALIENTES.
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