
Récord de taquilla
Está rompiendo récords de taquilla. Más de 20 millones de personas la han visto ya desde el 4 de julio que se estrenó en Estados Unidos. Es la nueva película de Eduardo Verástegui, El “Sonido de la libertad”, una película basada en la historia real de un Agente de Seguridad estadounidense que arriesgó su vida por salvar la de una niña hondureña víctima del tráfico de menores para su explotación sexual.
El montaje ha estado cuatro años en un cajón esperando que alguien la quisiera proyectar. Superadas las dificultades, ahora por fin ve la luz.
¿Y por qué una película como esta ha esperado en el sueño de los justos el descubrimiento?. Pues muy sencillo, porque no se trata de una película de aventuras al estilo de superhéroes ésos que tanto gustan a los adolescentes y que llevan capas y vestidos ridículos. Se trata de una película que pone de manifiesto la incómoda verdad: que hay redes de pederastas que trafican con niños. Y que ese asqueroso mercado mueve enormes cantidades de dinero.
Cierto es que Caviezel, el protagonista, hizo unas declaraciones un tanto peculiares que parecen vincular el film a una de ésas teorías de la conspiración, en este caso a la teoría QAnon. Pero es igualmente indiscutible que la película no se refiere en ningún momento a ello.
También es indiscutible que tanto Verástegui como el propio Caviezel se confiesan abiertamente católicos. Pero también es indiscutible que, salvo alguna referencia más bien indirecta a Dios, la película no se posiciona en una religión concreta.
Pero ya tenemos los ingredientes necesarios para que la repugnante maquinaria progre intente denostar la cinta.
Al final del largometraje se exponen una serie de datos mundiales sobre desapariciones y sobre cuántas de éstas corresponden a menores. En España las cifras no parecen ser excesivamente preocupantes, pues estamos hablando de unas 26.000 desapariciones en 2022 (año récord desde 2010 en el que empieza la recogida sistemática de los datos), la mayoría de las cuales se resuelven. Los datos son obviamente basados en las denuncias registradas. Por cierto, que dos de cada tres denuncias presentadas se refieren a menores, la mayoría entre 13 y 17 años. A partir de los datos del Ministerio del Interior no me ha sido posible desagregar cuántas de esas desapariciones de menores han tenido relación directa con delitos sexuales.
Volviendo a la temática de la película, dos hermanos víctimas de un secuestro para ser empleados como juguetes sexuales, la trama principal se produce en Cartagena de Indias, Colombia.
Tal vez tú no te acuerdes, pero por allá el lejano 26 de Septiembre de 2018, la prensa recogía las grabaciones del celebérrimo “Comisario Villarejo” en esta ocasión a María Dolores Delgado -la chica Almodo…Sánchez de la judicatura socialista española-. Se refería la Fiscal a la ocasión en la que ella y otra mujer formaron parte de un grupo de personas entre las que estaban “tíos del Supremo, de la Fiscalía General” y “catedráticos” (ver El Mundo y el Confidencial de ese día) que las dejaron solas para ir con menores. Abrevio los detalles. El hecho se produjo, precisamente, en Cartagena de Indias. Evidentemente no da nombres, pero seguramente sería posible averiguarlo intentando trazar los ponentes españoles en aquella reunión, o lo que fuera. De ésto se podría deducir que aquellos varones sabían dónde encontrar este tipo de mercado. Mercado en el que sólo los que tienen bastante dinero pueden permitirse entrar.
Pero pongamos los pies fuera del celuloide. Ya he repasado los datos de España. Y éstos dicen poco. Así que te voy a contar parte de la historia, también basada en hechos reales.
¿No te has parado a pensar que siempre que desmantelan una mafia dedicada a la explotación sexual de mujeres inmigrantes nunca se hace referencia alguna a la presencia de menores?
En una ocasión llegó al CETI de Ceuta una subsahariana a punto de dar a luz. Y lo hizo en Ceuta. Así que procedimos a registrar al menor en el Registro Civil. Ese día apareció un individuo subsahariano provisto de Título de Viaje expedido en Francia, diciendo que él era el padre. La residente no lo conocía de nada, pero atestiguó que era el padre.
La madre tardó menos de 48 horas en desaparecer del programa de acogida una vez fue trasladada a la península. Del niño, evidentemente, nunca más supimos. Como del resto de niños que habrían nacido al poco de haber llegado a la península amparados bajo la “extrema vulnerabilidad” que justificaba el inmediato traslado de sus madres.
Y nunca hubo respuesta a la pregunta que formulo un poco más arriba. Sencillamente no hay datos. ¿Dónde están esos niños?
Pues te voy a formular tres hipótesis. La primera es que son retenidos por las organizaciones criminales como forma de mantener a las madres sujetas a la explotación sexual. Insisto, porque ya lo he dicho muchas veces, que el 100 % de las subsaharianas que llegaban al CETI eran víctimas de trata. Y esas madres iban destinadas a la prostitución.
La segunda hipótesis, más repugnante que la anterior, es que los niños fueran vendidos. En alguna ocasión llegó a mis oídos que en la permeabilísima frontera con Marruecos, se traficaban niños. Nada que no se pueda conseguir con un buen manojo de billetes.
Y la última, todavía más repugnante, es que se trafique con sus órganos, para lo cual el niño debe morir. Que existe ese mercado negro es igualmente vox pópuli y de vez en cuando salen difusas noticias en los medios al respecto. También cuestión de ir amontonando billetes hasta que el vendedor piense que tiene bastante.
Aquí lo voy a dejar. Se dice que “Sound of freedom” sacude conciencias. Y espero que lo haga. Pero no pienses que es una cosa que ocurre muy lejos. Cerca de ti, en la península, también desaparecen niños. Y como no hay denuncias, sencillamente no existen.
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