
Cazadores - recolectores
Pues sí, parece que estamos sumidos en una persistente sequía la cual –a pesar de las recientes lluvias- se resiste a remitir.
Y, visto lo visto, tengo que concluir que lo del cambio climático va a ser verdad. No me convencen aquéllos que niegan las acertadas predicciones de que en este año la Ciudad de Nueva York iba a estar anegada. Y además siempre hay un negacionista que muestra con fotos que el nivel del agua en la isla de Ellis (que es donde está la estatua de la Libertad) no ha cambiado.
Tampoco me convencen quienes dicen que el hielo en el polo no sólo no se está derritiendo, sino que está aumentando. ¡¿Qué sabrán esos científicos de pacotilla que se dedican a medirlo?! A mí me convencen más las explicaciones de Pedro Sánchez cuando cita a la ciencia (que emana sin duda de la Internacional Socialista y no de la observación y medición de los fenómenos mediante un método). Si los socialistas dicen que el polo se está derritiendo es que será verdad. O ¿es que has visto mintiendo a Sánchez alguna vez?
Por eso estoy cada vez más convencido de que el efecto invernadero es culpa de las flatulencias de los bóvidos y de los ovinos. Lo mejor sería dejarlos en libertad para que pudieran hacer la digestión de la forma ancestral en la que lo hacían antes del Diluvio. Pero no el Diluvio del Génesis, si no el de la Odisea de Gilgamesh, que ya se sabe que de la Biblia hay que sospechar...
Y no me valdrá el argumento de que la proteína de la carne es la que permitió el desarrollo de nuestro cerebro hasta el punto de hacernos evolucionar hasta lograr que nos convirtiéramos en seres inteligentes. Hay que dejar de comer carne. Y ojo con hacer el silogismo de que si dejamos de asimilar las proteínas cárnicas nuestro cerebro disminuirá su capacidad, porque ese argumento, sin duda, es un delito de odio.
Por ello es necesario y urgente que en plena sequía destruyamos represas y embalses. Es necesario que los peces campen por los ríos, y que no seamos capaces de disponer de agua en periodos cíclicos de sequía como el que estamos sufriendo. Ahí están las piedras del hambre del Danubio para recordarnos que esto ya ha empezado y que es irreversible (especialmente aquella piedra fechada en mil cuatrocientos y pico que ha emergido de un río prácticamente desecado).
Así que tú haz como yo: vamos a convertirnos en cazadores-recolectores. Olvidemos a Mercadona, Carrefour y todos esos explotadores que venden la comida envasada en ambiente estéril envuelta en plástico. ¡Que se hunda Roig en la miseria!
Y, por favor, que todo esto sea supervisado por el Bundestag alemán.
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