Hoy poeta me siento, para sentir amargo
que de este retardo, salir no puedo.

En el rincón del Estrecho, cual fénix invicto,
un alcalde se alza, como eterno absurdo,
veinte años gobernando con su férreo cetro,
mientras Ceuta, en llanto, grita: ¡Basta ya, quiero!

Sus promesas, cual humo, se disipan al viento,
sus obras, en maquetas, solo encuentran contento,
mientras las calles se llenan de baches y espinas,
él celebra su reinado, con risas asesinas.

Ceuta, ciudad leal, cautiva en su letargo,
un alcalde que dicta, sin escuchar el reclamo,
pero mientras el pueblo sufre en su silencio,
él se regodea, en su trono de cemento.

Veinte años de espera, de estancamiento y olvido,
y aún así, el pueblo lo elige, como si fuera un abrigo,
pero la ironía se enreda en estos versos,
y la esperanza perdida, resuena en los universos.

La ciudadanía, con caras risueñas,
ve cómo el poder se enreda en madejas,
mientras su destino en sueños y quimeras,
sufre la inclemencia de un mandato de tretas.

Ceuta, ciudad adormecida en el tiempo,
con un alcalde que eterno se mantiene,
que de la modernidad solo oye ecos,
y en sus manos, el progreso se desvanece.