Los fichajes y configuración de las candidaturas, obedecen en muchos casos a cuestiones de afinidad, meritocracia de partido, fidelidad en muchos casos y no siempre por cuestión de valía. De ahí que, en ocasiones, llevados de la precipitación, se incorporen a personas que, durante la legislatura, pueden representar un problema. De ahí ese "pecado" del transfuguismo político que acaba con la vida política del traidor y pone fecha de caducidad a su vida pública.

En las actuales candidaturas se habla de una integrante del Partido Popular con antecedentes socialistas que, a la hora de la composición de la lista, bien por precipitación o por razones desconocidas, se le ha situado en un puesto de presunta salida. Un hecho que ha provocado no poca incertidumbre y desconfianza, porque los "cambios de chaqueta" tan cercanos, aun contemplando las ambiciones políticas de unos y otras, no dejan de crear preocupación por la ambigüedad en los comportamientos.

La lealtad está muy valorada, aunque en política, conocida es la frase de "los extraños compañeros de cama" que llevan a cohabitar fuerzas políticas de signo tan dispar. La muletilla de "por la gobernabilidad" es un cajón de sastre que todo lo justifica. Los escrúpulos, la decencia (como bien ha reconocido Sánchez con la candidatura de Bildu que no era decente), la moralidad, incluso, son valores tan devaluados como llevados a un ámbito de denigración que hoy por hoy parece obsoleto en razón a las conductas que apreciamos.

La "guerra" de las listas lleva a incorporaciones precipitadas y sin pedigrí. A sorpresas y sobresaltos. Las mociones de censura no son una "rara avis" en Ceuta y cualquier situación descontrolada, deriva en ese vértigo que nos lleva a caer del equilibrio sobre el alambre.