Veintidós años después de sentarse en el sillón del Ayuntamiento, Juan Vivas, sin el menor rubor, se permite el lujo de sacar de la chistera una nueva ocurrencia como el ilusionista hace con el conejo sugido de la chistera: un plan integral para las barriadas, al que califica de "participativo" y al que no le pone fecha. Un símil a la aduana comercial "sine die" en cuanto a su ejecución. Un plan integral que, si es igual que el anunciado en su día y destinado para la barriada de El Príncipe, "cuando largo me lo fiáis, amigo Sancho". El asunto es confundirnos en un entramado más complejo que un jeglorifico político que nos enreda como una mastodóntica red de engaños.

Este buen hombre, longevo él y, tal vez, olvidadizo por acción u omisión, resulta que habla como si fuera hoy un recién llegado a la política local, en un ejercicio de experimentado filibustero descarado y de insultante arrojo, como si quisiera sorprendernos en este juego de cartas marcadas en el tablero político, con ese juego llamado "el mentiroso", que desarrolla con tanta maestría y ninguna vergüenza.

Las soluciones que se camuflan como nuevas a problemas viejos son una forma de confundir y manipular una cruda realidad en la que se ve atrapado. Las barriadas se han convertido en el granero de votos actual y en el objetivo prioritario de estos ilusionistas de la política que pretenden deslumbrarnos. Como un encantador de serpientes, Juan Vivas, con un discurso agotado y falto de credibilidad, se quiere presentar como el gran conseguidor, el salvador de una Ceuta en decadencia por sus políticas anodinas y faltas de empuje, con un tejido productivo en precario, con comercios cerrados en diversas zonas ( también en el Revellín), amparado en las subvenciones de "papá Estado" para mantener sus chiringuitos clientelares.

En Ceuta quien no esté a la sombra del poder ni progresa ni tiene un futuro próspero. Los poderes fácticos ejercen su presión para mantener su estatus sometiendo a los más débiles. Estamos en una ciudad en precario en la que ahora, cuando se visualiza el temor de los prebostes por la decisión de las urnas, quieren vendernos que ellos son la llave para un futuro en positivo, cuando en realidad son los aniquiladores de las esperanzas de tanta gente.

El juego del mentiroso puede traerle una mala pasada a un Vivas por su falta de fiabilidad, repetitivo en sus discursos faltos de compromiso serio y con la losa de la corrupción pisándole los talones, donde hay dos destacados miembros de su equipo muy señalados: Kissy Chandiramani la número 3 de la candidatura y su director de campaña, Guillermo Martínez. La denuncia de Susana Román por las supuestas falsedades en el caso Emvicesa, les atrapa y parece que Alberto Nuñez Feijóo ya ha dictado sentencia para el futuro político de ambos.

El karma siempre vuelve y quien se prodiga en contubernios, acaba pagando en sus carnes esa conducta perversa que le penaliza.