
Diario de Ceuta
Recetas de pueblo
Las estrategias pueriles de Vivas ya no sorprenden a nadie. Se ha creado una Semana Santa a su medida, donde todo giraba alrededor de su persona y usaba los pasos como excusa para promocionarse. Unas prácticas que sólo contemplan el buenismo y la utilización de las corporaciones que hacen estación de penitencia. Porque los escrúpulos en política quedan a un lado cuando alguien depende de una financiación política. La puesta en escena del set de televisión, la pantalla y el palco auguraban una semana de campaña con la excusa del tránsito de las cofradías. Así lo hizo siempre -y así sigue- seguramente tan infantil comportamiento electoral da buenos réditos, aunque para ello tenga que utilizar a Dios y al demonio a partes iguales.
Pero no se extrañen, el surrealismo está inculcado en el pueblo y en la Avenida Sánchez Prado se da buena cuenta de ellos. Por cierto, Sánchez Prado mantuvo la prohibición de la Semana Santa más allá de los límites que establecieron los republicanos en la península, pero aquí le da nombre a la calle que ocupa la carrera oficial y su estatua se sitúa justo junto al palquillo de toma de hora. El trágico -e injusto final- de tan recordado alcalde no debe confundir tan contradictorias coincidencias y se debería tener más rigor histórico (la historia está ahí, pero aquí confundimos la fe con la conveniencia política). El recogimiento de la calle Jáudenes es mucho más acorde a nuestra Semana Santa y siempre fue el corazón del discurrir de nuestras cofradías.
Ver el photocall -y el coste de nuestra Semana Santa- nos hace una idea de la falta de decoro de la clase política ceutí y de todos sus paniaguados. Consentir el intervencionismo político en el mundo de las hermandades nos hace pobres, así se ha perdido identidad, el desarrollo humano y se ha construido un castillo de naipes sustentado por el gobierno de Vivas.
Penoso espectáculo que dan los políticos en torno a las hermandades - ayudados por una cobertura máxima- aunque para ello haya que inventarse titulares extraños en la prensa local (igual que las hermandades son dependientes de la subvención municipal). Es mejor no entrar a valorar el relato -o crónica- política figurada que usan los medios de comunicación y que utilizan cualquier evento como excusa para darle realce al principal inversor: Ciudad Autónoma de Ceuta. La ausencia de valores -y la falta de conciencia- están haciendo ricos a mediocres que medran por los despachos municipales, consiguiendo presupuesto a cambio de artículos paupérrimos. El atrevimiento en nuestro pueblo no tiene parangón y se admite el provincianismo más chabacano, dándole su sitio a sumisos sin capacidad (pero que tienen la obligación de cumplir con obediencia a su mentor).
Las hermandades locales son presas de su destino, buscado por la necesidad de mantenerse a flote y alejándose de otras labores que mandan sus reglas. Porque esas subvenciones millonarias no son proporcionales al número de hermanos, ni a la acción social, ni a la actividad que generan. La ayuda a las hermandades en las capitales andaluzas está supeditada a la venta de las sillas, pero aquí hace demasiado que nos acostumbramos a poner el cazo.
Nuestro artículo no es una crítica cofrade (bastante tienen ya), sino un toque de atención a la poca vergüenza que reina en Ceuta a nivel político y que lo mismo usan fotos con pobres, con ancianos, con niños o con santos para darse publicidad.
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