La necesidad de salir del desvarío socioeconómico que sufrimos es misión de todos, descartando las torpes directrices de los políticos locales y de los ineficaces planteamientos para desarrollar Ceuta. La parafernalia municipal lastra el enorme potencial que poseemos. 

La categoría de los responsables públicos y privados dictaminarán el crecimiento de Ceuta en el futuro. Y salir de la dependencia de lo público es algo que nos urge, abandonando propuestas que ya han demostrado ser sólo pérdidas de tiempo o falsos resultados. Nosotros no podemos tener las aspiraciones ni de Estepona ni de Alhaurín de la Torre, porque nuestra posición estratégica es un valor distintivo y compararse con pueblos nos empequeñece (aunque el presidente Vivas disfrute con sus hermanamientos provincianos y de los baños de masa inducidos). 

Determinar objetivos alcanzables debe ser una prioridad, poniendo en manos de personas capaces el porvenir de nuestra ciudad y alejando a mediocres de todo aquello que suponga inversión. Los tristes resultados de los últimos diez años determinan quién ha estado a la altura y quién vive de la representación. No podemos caer en errores ruinosos por el hecho de apostar por personajes populares.

Pero los ceutíes debemos tener un plan de cambio que, como daño colateral, acabará con la dirección de habituales y costumbristas individuos, sumando nuevos valores y enseñando a los ciudadanos que la gestión profesional traerá beneficios para todos. Así no tendremos que soportar negocios piratas de buques en la bahía, ni teatros en la frontera, ni asesores de pacotilla de los que tienen la totalidad de los grupos políticos.  

La mala educación en la asamblea, la ruina de los negocios y la falta de sentido en la actuación nos dejan pocas esperanzas. Moderar el lenguaje y alcanzar el consenso para el desarrollo nos pondrán en valor, aunque para ello haya que desprenderse de iniciativas sin recorrido y sin credibilidad. 

Las alternativas son impredecibles y dependen de discursos incendiarios, de los votos interesados o, quién sabe, de qué dictaminen unos juzgados con demasiadas filtraciones.