La autocomplacencia llegó a Ceuta hace mucho tiempo y pobre de aquel que intente contradecir tal estatus. Porque el sentimiento de egoísmo social y económico nos ha calado, haciendo de nuestras calles la capital de la inactividad. 

La bonanza comercial se cerró hace más de veinte años y desde entonces nos acogimos a un modelo de subsidio, donde nos han hecho sumisos de una Ciudad Autónoma gobernada a golpe de timón. Un presidente que nos ha cerrado al mundo con su forma ineficaz de actuar y que habla de economía sin rozar la calle. 

Pero por desgracia, o por imposición, no hay alternativa real que nos saque de dicha situación insostenible. La política ceutí está anquilosada en recetas de pobreza, que no tienen recorrido alguno y que viven al margen de las peticiones de los ceutíes. 

El PP de Ceuta se ha olvidado de su ideología y ha hecho costumbre el entregarse constantemente a aquellos "conocidos" que los han mantenido en el poder, aunque para ello haya visto la pérdida de su militancia y sea testigo de cómo sus votantes huyen despavoridos de tantos desmanes. Así, han admitido que el PSOE fuera su salvador de los presupuestos y no han medido las consecuencias electorales. Perder el honor para seguir con el cetro no es más que bajar a los infiernos, abandonando principios ideológicos y saltándose las motivaciones de quien acudía a las urnas dándole apoyo. Y no han perdido el respaldo de sus votantes habituales por haber alternativas creíbles, sino por las torpezas en la gestión propia y por la indecente forma de proceder. 

La indiferencia y la defensa de falsos valores nos han dejado sin desarrollo, cayendo en una moralidad que se queda en el gesto y que jamás se ve refrendada con el progreso que nos merecemos. La clase política ceutí vive en una cápsula, que habla de oídas y que jamás testa la calle. Y no hablamos de prebendas municipales, ni de planes a corto plazo, ni de medidas de precampaña, sino de acciones reales que den un giro a tanto fracaso.