Los nervios en el pleno de la asamblea de Ceuta dejan patente la falta de temple de nuestros políticos. Una legislatura insustancial, que está dando los últimos coletazos y que muestra la falta de concordia entre las distintas formaciones. 

Un espectáculo dantesco y fuera de lugar, donde todas las partes lanzan propuestas sin recorrido y que son debatidas de forma crispada.

Inmovilistas que ven llegar la muerte de un largo periodo, aspirantes a izquierda que intentan acrecentar el modelo de subsidiarios y vociferantes que buscan la gloria con discursos impuestos.

Una amalgama de intereses contrapuestos, que no conocen la tregua y que prefieren el poder al consenso. Una nube gris de intereses que no ven el rastro sucio que dejan sus tristes duelos. Las ganas de ser por encima del saber estar. 

Modales y formas quedaron enterrados en la arena de un combate con consecuencias más allá del Palacio Autonómico. La vulgaridad como protagonista constante en el lugar sagrado para la democracia en la ciudad, dejando al aire las costuras de nuestras miserias y sirviendo de triste ejemplo para una sociedad sin referentes. Ya nadie se podrá extrañar de la falta de respeto que hay en nuestras calles: aprovechados, mal educados y desafiantes.

Un panorama desolador, que lleva más a la abstención en las elecciones que a alinearse con delirantes discursos. No me gusta ser ajeno a un plebiscito, pero más vale una conciencia tranquila que premiar a la mediocridad.