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Paula M. García
Domingo, 08 de Enero de 2023

Los Reyes Magos entran en campaña electoral

Todo es mentira. Nos dijeron en nuestra más tierna infancia cuando perdimos la inocencia de la ilusión por los Reyes Magos que éstos eran nuestros padres. Fuimos creciendo y nuestro concepto de la ilusión en una noche mágica se fue adaptando psicológicamente a nuestra edad. Nunca perdimos ese estímulo de sensibilidad por el obsequio sorpresa, por aquéllos de que todos llevamos un niño/a dentro.

 

La Cabalgata de Reyes de Ceuta nos demostró que todo es mentira, como reza el espacio televisivo del controvertido Risto Mejide. Y lo es porque nunca, hasta ahora, habíamos comprobado cómo sin tapujos, quienes mandan en este pueblo por delante y por detrás, a ojos vista y en la sombra, se iban a mostrar como un fantasma en nuestras calles y, además, con disfraz, conducta muy típica y tópica en su vida cotidiana. Quienes no se muestran con autenticidad decidieron que la noche de Reyes había que mantener el engaño y esta vez desde la carroza. Consideran que el pueblo es tonto y lo denigran con descaro. Esta vez jugaron a comenzar el año electoral, con una campaña política subliminal.

 

La gran farsa de la política que acostumbran a protagonizar ellos a diario la han trasladado en lo que para los más pequeños es una noche mágica, a su peculiar forma de mofarse de propios y extraños. Han invadido sin pudor el mundo de los sueños de los más inocentes tal y como hacen con sus padres. Estos ladrones de ilusiones llevaron su arrogancia con osadía, egocentrismo, mostrándose como un verdadero clan en público y desafiando, sin rubor, a quienes aún sean incapaces de reconocer la vorágine en la que estamos envueltos.

 

La situación surrealista que vivimos la noche del jueves (víspera de Reyes) es digna de cualquier sainete, de un vodevil o de cualquier obra cómica, porque el egocentrismo puro y duro del que hacen gala este trio calavera, disfrazándose para hacer campaña política subliminal con descaro, es todo un referente de cómo trasladar su concepción de la política de engaños permanente al ámbito de la inocencia de los más pequeños, con quienes han utilizado idéntico método de  engaño al de la cotidianidad a la que acostumbran.

 

Comprobar cómo Juan Vivas se convierte en el paje del "rey republicano" Juan Gutiérrez, es patético. Y mucho más, comprobar la representación teatral en ese simulacro piadoso por parte de quienes ejercen una vida política que no mejoraría ni la mismísima María Guerrero.

 

Ni Carlos Rontomé, ni Juan Gutiérrez ni Carlos García Selva son Reyes Magos, ni vinieron de Oriente (más bien pudieron salir de Trace), ni lo hicieron en camello ni trajeron juguetes; ellos que acostumbran a llevarse concesiones de todo tipo con dinero público beneficiando a sus empresas afines y satélites, no acostumbran a dar sino todo lo contrario: a pedir. Utilizan el dinero del erario público como si fueran caramelos, esos que lanzaban desde sus carrozas aupados al Olimpo de la fantasía cómica de sus conductas reprobables.

 

La ilusión en una noche mágica para los más pequeños de Ceuta, quedó desvirtuada, mancillada, y fue surrealista. Dos políticos y otro que juega a serlo desde la sombra, entraron en campaña electoral disfrazados de Reyes Magos, como si el concepto religioso del cristianismo lo defendiera Juan Gutiérrez desde su visión republicana, él que se vuelca con su electorado musulmán, o como si Carlos García Selva "blanqueara" la imagen de Rey Baltasar, con su característico color negro tan proclive a jugar con la xenofobia según interese para ganar votos.

 

El señuelo que nos pusieron en carroza, fue lo más patético que se ha visto en los últimos años en Ceuta: en un año electoral, entendían ellos que no hay mejor manera que comenzar el año con políticos disfrazados de Reyes Magos. Una forma de no traicionar al subconsciente, ya que a diario la política que ellos desarrollan tiene más de disfraz que de proyectar ilusión. Han jugado con la inocencia de los más pequeños, sin importarles que su mundo de ilusión no se puede pisotear, mancillar ni servir de mofa pública tan descarada y descarnada.

 

Esta vez, los Reyes Magos de Trace que no de Oriente, han llegado demasiado lejos en su farsa pública con el escarnio moral de mofarse de todos los ingenuos, los mismos que creen en su política. Ellos, de momento, ya han entrado en campaña electoral. Y se han mostrado tal cual: como unos farsantes, irreales y envueltos en el mundo del engaño que no de la fantasía y, menos, de la ilusión.

 

Ni son Reyes, ni trajeron la magia ni tampoco son capaces de ilusionar a nadie. Su imagen patética es la mayor distorsión que se pudo exponer en público en la noche en la que todos soñamos.

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