
Fracaso migratorio y fronteras violentas
Los trágicos sucesos de la mañana de San Juan en la frontera de Nador y Melilla son un violento y cruel recordatorio del absoluto fracaso de las políticas migratorias de Pedro Sánchez, basadas en una supuesta y, a hechos consumados me remito, ficticias políticas de seguridad, con un inútil ministro del Interior, otrora prestigioso magistrado y hoy transmutado en catastrófico político. Apenas un año después de la invasión de Ceuta, sin datos oficiales aún acerca de qué cantidad de marroquíes asaltaron nuestra frontera e invadieron nuestras calles con el beneplácito de ese país sátrapa que es Marruecos, ahora se revive en la ciudad hermana de Melilla, un episodio espeluznante que nos deja perplejos sobre la violencia desatada y la masacre humana vivida con números similares a una guerra: 27 muertos y cientos de heridos tanto de inmigrantes como de las fuerzas policiales marroquíes como símbolo trágico de las políticas de externalización de las fronteras europeas con la complicidad de un país nada fiable como Marruecos.
La extraordinaria violencia desatada habla de víctimas agonizando durante horas bajo la cruel mirada de aquellos que debían socorrerles y no lo hicieron. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos habla de cómo la policía magrebí tenía a decenas de inmigrantes apilados unos encima de otros de forma inhumana. Un espectáculo dantesco propio de un país dictatorial y cruel.
Las avalanchas de inmigrantes, el "efecto llamada" que se produce por las políticas migratorias del Gobierno español, desatan estas consecuencias de tanta crueldad y estupor. Y Sánchez "alaba" la cooperación con Marruecos en el asalto de Melilla pese a que Rabat le ocultó la tragedia. Radiales y barras de acero como elementos utilizados en el asalto que deja en evidencia el olvido de Marlaska a los agentes policiales con un balance de 322 heridos, entre ellos 47 agentes españoles. Hasta sus socios de gobierno en la coalición, Podemos Melilla, dice que "si Sánchez es consciente de lo que ha pasado en Melilla y dice eso no tiene escrúpulos". Las graves violaciones de derechos humanos llevan aparejada en este caso, un fracaso estrepitoso de la política migratoria que requiere depurar con la máxima urgencia responsabilidades políticas por omisión.
Las dos ciudades autónomas vienen sufriendo desde los años 90 (con la mayoría absoluta del PP en el Gobierno de la nación y de los socialistas) un desvarío absoluto y una falta de gestión migratoria alarmante. Mucho se ha ironizado con el muro que Vox planteaba para cortar los asaltos, pero nada se ha hecho, al margen de las promesas: frontera inteligente ¿para cuándo?, quitaron las concertinas por inhumanas (una decisión del Gobierno socialista, por cierto, en su origen e instalación), se han hecho promesas de todo tipo con la inoperancia y nula efectividad políticas.
Solo se rasgan las vestiduras los progresistas de salón cuando se producen hechos tan macabros como los que hubo la noche de San Juan en la frontera de Melilla y llegan las lamentaciones sin ninguna reflexión de autocrítica y propósito de enmienda. La izquierda solo está preocupada por la política de salón: el Orgullo Gay, si se pone o no la esta bandera en el Ayuntamiento o en la Comunidad de Madrid, a ver si se aprueba la ley del aborto, si se controla el Tribunal Constitucional para que los independentistas tengan carta blanca para delinquir a cambio de su votos para apuntalar en la Moncloa a Sánchez o a dar la nota en la Cumbre de la OTAN, mostrando un gobierno dividido y patético con los "podemitas" y su "no a la guerra" de Ucrania, pero manteniéndose en sus poltronas y "chupando" sueldo contra su ideología, que se vende por dinero. Estamos en una España en destrucción, con un caos de gestión y el declive galopante que nos lleva por el sendero que los antisistema quieren para hacer valer su deriva al caos social. No piensan nada más que en el enfrentamiento entre españoles, "resucitando" a Franco como recurso sugerente de polémica y fórmula de crispación. Son la perversión del sistema; el diablo de la política, de la sinrazón y los verdaderos artífices de la destrucción de un país maravilloso como el nuestro, que sobrevive como el Ave Fénix de sus cenizas, una y otra vez, por muchos "bombardeos" que una serie de desalmados sin escrúpulos, quieran convertirlo en cenizas.
La mayoría silenciosa ha de castigar a toda esta gentuza y echarlos de la política. No caben ya más concesiones ni silencios. Merecen un fuerte correctivo y, una vez expulsados, que se manifiesten en las calles que es lo que saben hacer mostrando su vena violenta con argumento ideológico de escudo: destruir e incendiar valiéndose de lo que ellos entienden por democracia y ante la que demuestran su intolerancia más salvaje. Viven de ella, de la democracia, se sirven de ella, pero la masacran a poco que no alcanzan sus objetivos. Son una ruina para España.
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