Un viejo adagio dice que la política es el arte de lo imposible. Algunos más atrevidos en el concepto y la metodología, afirman que "la política hace extraños compañeros de cama", como si la erótica del poder y la ambición personal llevaran al desvarío de una complacencia erótico-festiva tan frívola como inverosímil. ¿Qué podemos pensar de ese Juan Vivas con su escudero Rontomé como "invitado" de un Congreso local del PSOE, rindiendo pleitesía en esa actitud de postura genuflexa tan vergonzante como inaudita? En un Congreso que etiquetan (ya sabemos que la izquierda progre es muy dada a ello) de la unidad. ¿De qué unidad hablan, sin dos ex secretarios generales ausentes como Antonio Troyano o Antonia Palomo, o de gente de prestigio como Antonio Gil, entre otros?

El PSOE éste, de nuevo cuño, se ha convertido en el mascaron de proa del lobby que maneja a Juan Gutiérrez y le plantea presentarse a secretario general bajo su apoyo para "saquear" el Ayuntamiento con su mediación para que Trace no pase sin falta de subvenciones. Otra que tal baila es la "Okupa" de vivienda social, Cristina Pérez (que se cree la reina de los mares, haciendo y deshaciendo a su antojo), y con un Juan Vivas, colaborador necesario "tragando" órdagos como el de Santos Cerdán: "El PP no es garantía de futuro para España", soltando "perlas" como que el Gobierno autonómico que lidera Juan Vivas "malgaste" el dinero de las ayudas que recibe. ¿Y este Juan Vivas sin el menor recato ni rubor tiene la poca vergüenza de arrodillarse ante un PSOE corrupto anticonstitucional y perverso, sin sentir sarpullidos por todo el cuerpo? ¿No se le cae la cara de vergüenza que pongan a parir a su partido y a él mismo y asista a este cónclave de vanidades? Si no se inmuta, dudo mucho que algún día tuviera la decencia que se requiere para ostentar un cargo público con dignidad, hombría y un atisbo de pudor.

Un Juan Vivas que, en ese "despilfarro" en el que le sitúan, también hay que ponerle el foco en cómo derrocha el dinero de todos los ceutíes, no ya en los múltiples chiringuitos que le indica el PSOE, sino en los medios nacionales pagados a precio de oro, con los 100.000 euros para que El Español le organice una fiesta mediática a coste de buen pagador, a esos 82.000 euros para Onda Cero y la SER, siguiendo la tarifa para obtener visibilidad mediática y, más recientemente, la tele pública este último fin de semana para mayor gloria del PSOE local con todo un despliegue de medios y gasto para que Juan Gutiérrez y Cristina Pérez expongan su ego a buen recaudo. La "okupa" no estará ahora a disgusto de que mande su partido en la tele pública. Que no olvide que la tortilla tiene dos caras, ella tan sutil en la amenaza cuando señala que "unas veces se está arriba y otra, abajo". Que se aplique el indicativo. 

El rico refranero español dice que "una cosa es predicar y otro, bien distinta, dar trigo". Aquí en la política local, el ejemplo no es un referente de coherencia y, menos aún, de honestidad. Se amparan en etiquetar a unos y otros que no coincidan con sus manipulaciones, elevando al descrédito infundado a todo el que les contradiga.

Juan Gutiérrez en todos sus discursos congresuales debería haber tenido presente a un viejo conocido: Casas de apellido. Y explicar qué conoce de él, o si sabe algo de una empresa de mantenimiento con trabajadores ilegales que intervenía en el instituto 7 Colinas, si conoce algo de una sanción de la Inspección de Trabajo de varios miles de euros por ¿emplear? a  ilegales. Sabría, a lo mejor, por qué se disolvió la empresa y se creó otra similar sustitutiva a nombre de otro responsable. Estos vínculos se llevan toda la vida cuando se exige en política tener el techo de cristal, transparente, diáfano. De ahí que haya titulado este artículo: la política de los dichos, los hechos y el escaparate. Dedicado a Juan Vivas y Juan Gutiérrez. Dos Juanes, tal para cual, con los mismos principios y conductas bajo un perfil más que dudoso, discutible y asombroso por lo negativo. Ya conocen el mensaje bíblico: "Por sus hechos los conoceréis". Pues ahí están los hechos más allá de las palabras, porque en política, las promesas son el argumento de la mentira.