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Ricardo Espíritu
Martes, 31 de Agosto de 2021

Más sobre Afganistán

Lo estaba esperando. Después de leer un artículo el pasado día 24 en el que se defendía que la Operación de Afganistán ha sido un éxito porque permitió prácticamente desmontar a Al Qaida y reducir a los Talibán a una mera presencia testimonial, sólo me faltaba que alguien de nuestro Gobierno nacional motivara el éxito del papel jugado por España en la presente crisis.

 

Pues sin lugar a dudas, porque si uno de los principales logros de nuestro Gobierno en la gestión de la pandemia ha sido que los niños españoles aprendieran a lavarse las manos, no cabe duda que permitir, a petición de los Estados Unidos, que las bases americanas de Rota y Morón sean empleadas como estaciones de tránsito para los transportes estadounidenses desde Afganistán, constituye el punto álgido de la política exterior española de los últimos tiempos, y debemos felicitarnos por ello.

 

Y es motivo de felicitación que Biden llamara a su querido compañero de fatigas, con quién ha compartido tantas charlas de pasillo, para pedirle si podía usar sus propias bases para sus propios fines. Y todo un logro de occidentalización de la politica exterior de este Gobierno contrario al non refoulment -en el que no ha dudado en ciscarse en varias ocasiones-, que no le dijera que no al Presidente de los Estados Unidos. Un rotundo éxito diplomático, sin duda, que nos ha colocado en el papel central del escenario afgano.

 

Todos hemos leído mucho estos días sobre la crisis afgana. Y coincido con el demoledor meme que dice que se confirma que los mismos expertos en gestión de la pandemia son ahora los mismos expertos en la cuestión afgana. Y no puedo menos que reírme, porque al parecer he pasado a formar parte de esos opinólogos.

 

Entre las cosas que he leído no puedo menos que coincidir con la opinión del General Fontenla expresada en un informe de 2012 en el que se establecía cierto paralelismo con el “Desastre de Anual”. Confieso que desde hace tiempo yo veía ese paralelismo: bases avanzadas (llamadas COP) ubicadas en posiciones dominantes y aisladas entre sí, dependientes en todo de suministros (incluyendo el agua) que afortunadamente se podían transportar por vía aérea. Algunas COP fueron: Moqur, Dar-i-Bum, Ludinah... Las tropas no tenían prácticamente ningún contacto con la población.

 

Las fuerzas armadas y policiales reclutadas de entre los locales sufrían de los mismos problemas que en el protectorado: escasa formación general y militar en particular. Cuando se les concedía algún permiso, muchos de ellos no se reincorporaban. Las operaciones se detenían durante la cosecha. Sus mandos presentaban unos niveles notables de corrupción.

 

Aún más. No nos fiábamos de ellos, por eso no les permitíamos accesos a las bases occidentales y les tratábamos con desprecio. Y no me refiero concretamente al comportamiento de los militares españoles, sino en general.

 

Pero también se han dicho muchas verdades a medias. Lo del país de indomables afganos inconquistables... qué quieren que yo les diga. Depende del momento de la historia que queramos coger y sobre todo, del periodo de tiempo que queramos contemplar. Porque a Alejandro de Macedonia lo echaron de allí... muchos años después de muerto. Y por cierto, de aquella etapa quedó el arte gandara, que los Talibán se encargaron de reducir a escombros.

 

Que a los ingleses les dieron fuerte, no cabe duda. Tres guerras anglo-afganas que se saldaron con sendos descalabros británicos en las dos primeras. Que a los soviéticos también, sin duda. Pero alguien debería explicar la evolución del “Gran juego” -anterior a los dos conflictos mundiales- hacia la “Guerra fría” posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y el trasiego de dinero americano hacia unos y otros bandos combatientes.

 

Así que, permítanme, no me creo lo de la “irreductible aldea afgana que resiste al invasor”. Y lo del odio hacia lo occidental... creo que las imágenes del aeropuerto de Kabul demuestran suficientemente lo erróneo del planteamiento.

 

Y no conozco a nadie que no quiera vivir con agua corriente y luz en sus casas, por muy pastunes, tayicos, turcomanos, hazaras o lo que quieran ser. Ni siquiera los talibán son reacios al desarrollo socioeconómico. Otra cosa es que el jacobinismo ultramontano del que hacen gala les lleve a decir tonterías.

 

Volviendo a España, en el Pravda doméstico nuestro Presidente del Consejo de Ministros asegura que no vamos abandonar Afganistán. Aquí es donde me pierdo; entonces ¿qué hemos hecho?. Que salir en avión desde el Aeropuerto, cerrando la Embajada ¿no es acaso dejar Afganistán a su (mala) suerte? Y ¿qué vamos a hacer a partir de ahora junto a la “Comunidad Internacional”? ¿Vamos a convocar otra Loya Jirga, esta vez talibán? ¿Ahora sí vamos a tratar de implementar una política común y coherente para que los afganos dejen de ser sufridores de la historia y pasen a protagonizar la suya?

 

Con el permiso de China, lo veremos dentro de muy poco tiempo.

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