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Antonio Marchal-Sabater
Domingo, 11 de Julio de 2021

Engordar para morir

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha renovado hoy su gabinete, era de esperar después de que recientemente negara que la remodelación fuera perentoria y podía esperar.

 

A la vista de esto, ya pueden ir suponiendo que en otoño tendremos algún engendro de referéndum para que los separatistas catalanes tengan algo con lo que ilusionar a sus votantes. O quizá no. Es posible que cuando se niegue en rotundo a concederles sus pretensiones, estos rompan la baraja en el Congreso, los presupuestos generales sean prorrogados y se vea abocado a convocar elecciones en invierno. Esta segunda opción explicaría la regeneración de su equipo con vista a los comicios.

 

El cambio del Consejo de Ministros es profundo, aunque no se ha atrevido a tocar a los miembros procedentes de Unidas Podemos. Tiene un explicación: si intuye que el pacto con los secesionistas catalanes está en el aire —las declaraciones de estos, su conducta y sus promesas en público no van en el sentido de concordia que tanto Sánchez ha pregonado— y pierde el apoyo del partido morado, la derrota del gobierno será inminente y con ella el fin del “sanchísmo”.

 

Fin que nuestro maquiavélico presidente debe estar barruntando ya. Su acercamiento a Ciudadanos a primeros de este año, prometiéndoles la presidencia de las comunidades autónomas donde los naranjas sostenían al PP, a través de una serie de mociones de censura, no era más que un paso adelante en la prevención de este escenario. Aunque justo es decir que el tiro le salió por la culata en Murcia y Madrid, y ya en Andalucía no se atrevieron ni a pensarlo, aunque recientemente ha caído Granada.

 

Es evidente —al menos yo lo creo así— que, para encarar, no ya la segunda parte de la legislatura, sino las próximas elecciones; la salida de Carmen Calvo, Celaá, Iván Redondo y Ábalos era un hito ineludible. —La de Garzón también lo es, aunque es su caso por ineptitud, pero el incompetente e ineficaz ministro de Izquierda Unida forma parte de la cuota de sustentación y de momento se mantiene—. Con la salida de los socialistas descompone el que hasta ahora ha sido su círculo más estrecho, y coloca a su diestra, emulando a Dios padre, a Félix Bolaños, como hombre fuerte en la Moncloa.

 

Entre líneas se puede leer —o yo quiero leer— que la decapitación de ese núcleo que hasta ahora guardaba la esencia de su administración, ha sido un aviso a sus votantes de que se avecina un cambio, un bandazo hacia la moderación, y por ende, una autocrítica a su gestión.

 

No obstante, he de añadir y añado, que, si el ejecutivo no ha funcionado hasta ahora no ha sido porque Carmen Calvo no lo coordinara, que también, o porque José Luis Ábalos no supiera dirigir la relación entre el partido y el Gobierno. Me inclino a creer que en el caso de la primera tiene más que ver con el enfrentamiento que mantiene con Irene Montero a propósito de la Ley Trans.

 

Respecto al segundo, su visita nocturna a Barajas a recibir a Delcy Rodríguez, por mucho que su presencia allí aquella madrugada en la que la venezolana flotó sobre las pistas, fue porque Sánchez se lo exigió.

 

Tampoco creo que el estrepitoso resultado del PSOE en las elecciones madrileñas sea solo culpa de la estrategia diseñada por Iván Redondo, o sí. Y de Celaá, qué decir, donde ella pisa ya no crece la hierba. Los niños, que ahora son de ella y no de sus padres, promocionarán adecuadamente, hayan o no tocado un libro. Pero eso también lo ha consentido el ínclito.

 

Otra cara molesta para el inefable es la de Juan Carlos Campo: ministro de justicia y gracia y tramitador de los indultos a los golpistas catalanes, por mucho que el artífice de estos fuera él mismo.

 

Qué decir de la fulminación de Arancha González Laya, cuyos desatinos con Marruecos nos han puesto en un peligroso brete; no solo con los alauís, también con Estados Unidos, cuyo flamante comandante en jefe pasó de Sánchez como yo de hacerle caso a Garzón; léase: voy a comer carne mientras me acuerde.

 

Sobre el astronauta que les voy a decir. Se empeño en demostrarle al mundo entero que a la NASA puede llegar cualquiera y lo demostró. Tenía el hombre su intención de acreditar que no era el héroe culto e inteligente que nos pareció cuando viajaba por el espacio exterior, y lo ha conseguido. Como también ha dejado claro que no es del todo decente, el uso de empresas pantalla para escamotear algunos impuestos a hacienda no era un buen ejemplo para la ciudadanía.

 

Por último, y para no hacerme muy pesado, les diré que, desde mi punto de vista, mejor hubiera sido convocar elecciones directamente, pero… La competencia para ello es de él, del hacedor. Y que su intento es lavar la imagen de sus tropelías con caras y voces nuevas y afrontar así el próximo trance electoral.

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