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Patricia Gardeu
Martes, 27 de Abril de 2021

De MENAs, supervivencias y empatías

Ayer, un compañero de la prensa en Ceuta escribía “El Efecto llamada se llama hambre”.

 

Desde que soy madre sé que recorrería el mundo entero con mi hijo en brazos si de ello dependiera su supervivencia. Es posible que no fuera capaz de hacerlo por mí, pero con la maternidad, las prioridades y también las fuerzas cambian, y todo aquello que pensé que no sería capaz, vaya si lo sería si estuviera en juego la felicidad o aún más, la supervivencia, de la persona más importante de mi vida.  

 

Creo que todo niño tiene derecho a ser feliz y a ser niño. Realmente no es sólo que lo crea, es que es así. Ayer se renombró el 26 de abril como el ‘Día del niño’ porque hace un año, ese fue el que día en el que los niños y las niñas españoles pudieron salir a la calle tras más de cuarenta días de confinamiento. Honramos a nuestros niños y niñas que, efectivamente, fueron héroes, pero también son héroes los niños y niñas de otros lugares, de otros colores, e incluso aquellos a los que despectivamente llamamos MENA. Y es que a veces se nos olvida que un MENA no es más que un niño, que una niña. O que un adolescente quizás, pero un adolescente que en lugar de poder cerrarle la puerta a sus padres en una discusión porque quiere salir hasta más tarde, deben subirse a una patera o cruzar a nado un mar o apañárselas para atravesar oculto una frontera.  

 

Cada menor inmigrante que llega a nuestro país es un niño que ha dejado de ser niño a golpes de la vida, que en lugar de llevar en su mochila, como el mío, coches de la patrulla canina, un superman, un spiderman y un bombero Sam, lo que lleva son miedos, un país que abandona, una familia lejos, guerras, destrucción y hambre... Cada niño inmigrante que llega a nuestro país de manera ilegal es una muestra de lo mal que lo estamos haciendo como humanidad.

 

Del más de centenar de personas inmigrantes que llegaron a Ceuta este domingo, al menos quince eran menores. De las más de 140 personas inmigrantes que hay en las naves del Tarajal de Ceuta, más de 30 son menores.

 

Cuando esta pandemia llegaban a Canarias niños y niñas los separaban de sus madres para hacerles PCR y para comprobar sus edades y relaciones parentescas, y en lo que duraban esas “investigaciones” esos niños, a veces bebés, eran separados de sus madres. Bebés y niños muy pequeños que a la suma de haber vivido una travesía se les añadía el sufrimieno de ahora, en la “tierra prometida”, pasar semanas separados de su madre. Como si no hubiera sido más fácil esperar esos “resultados” en los brazos de mamá.

 

Y es muy posible que detrás de todas estas llegadas masivas de personas inmigrantes de manera ilegal haya mafias que dejen cayucos abandonados a varios kilómetros de las islas Canarias, que haya mafias que reciban dinero por promover y organizar los asaltos en Ceuta y en Melilla, que haya el resentimiento de un gobierno marroquí con el que las malas relaciones ya no solo les baste para ahogar fronteras económicas sino que ahora también “lancen” personas como si las personas fuéramos aún en el siglo XXI monedas de cambio.

 

Pero detrás de esas mafias, como detrás de esos políticos que abanderan una y otra bandera cual piratas, se nos olvidan los derechos humanos. Y se nos olvida qué significa la palabra empatía, se nos olvida ponernos en el lugar de los otros y pensar si seríamos capaces de cruzar el mundo para salvarnos, para salvar a nuestros hijos e hijas.

 

Sobre la inmigración debe haber un control, pero el problema no es local; es un problema internacional al que sin embargo la Unión Europea cierra los ojos y al que la ONU ha dejado mirar. Y frágiles economías y frágiles territorios como son Ceuta, Melilla o las islas Canarias se tienen que hacer fuertes para sostener lo insostenible. Llegadas masivas que no pueden sostener ni económica ni socialmente. La pandemia del COVID-19 ha dejado un territorio como el de las islas canarias en bragas, después de que multitud de negocios que vivían del turismo se hayan visto abogados al cierre. En ese contexto se cuentan por miles las personas hacinadas en, por poner un ejemplo, en el Puerto gran canario de Arguineguin. Y a la par que se despierta un movimiento de apoyo a estas personas, también otras personas son conscientes de que no hay isla ni recursos para tantas personas. No hay territorio que sobreviva de esta manera como tampoco hay humanidad que sobreviva a cerrar los ojos.

 

Es complicado, sobre todo con una política que o bien gobierna negando, ocultando y dejando de hacer, que abandona en puertos a personas, que separa a niños de sus madres; o que bien no gobierna y mete aún más odio, más rencor, más rabia, más separación. Nos gastamos mucho dinero en MENA, pero aún más nos gastamos en políticos inútiles.

 

Hace unas horas, cerca de la isla de El Hierro, rescataron otra patera. En ella quedaban tres supervivientes y yacían 17 cadáveres. No se descarta que entre los muertos hubiera menores.

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