
¿Existe un fascismo africano?
Entiendo que la palabra fascismo pueda haberse convertido en el término más difuso de la política actual. Una palabra que tiene su origen en el desastre, sin precedentes, de la Primera Guerra Mundial y que acabó con aquel liberalismo decimonónico para dar paso a una nueva era de revoluciones e intensos conflictos políticos jamás conocidos.
Para Ernest Nolte, historiador alemán recientemente fallecido (2016) el fascismo se construye dentro de varias negativas, una organización, un caudillaje y un objetivo. Tal que así: Antimarxismo, Anticonservadurismo, Antiliberalismo, Principio de caudillaje, y ejército de partido, a lo que habría que añadir, como objetivo, el totalitarismo.
Pero hay más, como así lo cree el historiador hispanista estadounidense Stanley G. Payne, quien en el apartado de «Ideología y Objetivos» destaca lo siguiente: «Creación de un estado autoritario con un nuevo tipo de estructura económica, regulada y pluriclasista, que se pudiese llamar nacionalsocialista o nacionalsindicalista. También que tuviese como objetivo el imperio y un cambio radical con otras potencias». Finalmente, a todo ello le acompañaría «un nuevo credo idealista y voluntarista que implicase una nueva cultura moderna, secular y autodeterminada».
Respecto al estilo y a la organización, el fascismo da mucha importancia a la estética en los mítines con “insistencia” en aspecto «románticos y místicos». A ello se unirían las movilizaciones de muchos ciudadanos, con las que se buscaría una «milicia de masas del partido» También conlleva «la evaluación positiva y uso de la violencia». El «principio y dominación masculina» sería otro de sus valores junto a la «exaltación de la juventud sobre otras fases de la vida». Por último, tendría una «tendencia específica a un estilo de mando personal, autoritario y carismático». Tanto si al principio del mando, este «es electivo como si no lo es».
De momento el «nacionalismo autoritario» de tres caras (Fascismo, Derecha radical y Derecha conservadora) ha pasado dejando huella por Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Estonia, Finlandia, Francia, Hungría, Japón, Letonia, Lituania, México, Polonia, Portugal, Rumania, Sudáfrica, Yugoslavia y España (Falange-Carlistas-Renovación Española y la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Pero hay dudas sobre si existe un «fascismo africano». Al menos hasta el principio del siglo XXI hay dudas de que eso fuese así pero sí hay nuevas dictaduras africanas «de última generación» en las que aparecen características como un nacionalismo exacerbado, el etnocentrismo, partido único, la religión específica nacional y la utilización de determinados mitos. Todo ello lleva a «jefaturas carismáticas» y diversas formas de «socialismo africano» que se aproximaron, en algún momento, a la tipología fascista, según recoge James Gregor en su libro African Socialism and Fascism. También, y en la misma línea, Paul Hayes lo expresa de la siguiente manera: «Cabe hallar en algunos países africanos muchas de las características del fascismo europeo, aunque es raro que se hallen varias y en el mismo país». Para acercarnos a su idea, nos dice que «el principio de la jefatura se parece mas al caudillaje del Caribe que al italiano o al alemán».
Es cierto que entre los especialistas en el tema se parece coincidir en que las dictaduras africanas de los años 70 han ido «claramente» en la línea del leninismo/estalinismo y han intentado aplicar «normas de Rusia» en cuyos objetivos «son muy distintos» del fascismo.
Para terminar, quiero recordar que el movimiento fascista español no pudo aprovechar el desbarajuste político nacional porque una de las medidas que tomó el Gobierno republicano, en la primavera de 1936, fue la de «proscripción» de la Falange y que en las elecciones de 1977 compitieron varios grupos neofalangistas, pero que todos ellos juntos no obtuvieron más del 1% de los votos, un poco más que en 1936 y mucho menos que el Movimiento Social Italiano (MSI), formado en Italia en 1946.
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