
Solo queda VOX
Vivimos en un mundo precipitado, donde surrealismo y realidad compiten por hacerse con el control de lo verdadero y de lo falso, de lo cotidiano y lo futurible, de nuestro presente y por supuesto de nuestro pasado, un tiempo pretérito, que ante la incertidumbre de lo inmediato, tendemos a idealizar como algo infinitamente mejor.
Cronos devora a sus hijos de manera inexorable, implacable con los rezagados, pero inmisericorde con quiénes le desafían y se prestan a una carrera en cuya meta y ya agotados, solo encontrarán las fauces mitológicas de quién tan solo tiene que sentarse a esperar. Y en medio de esa lucha vital, se encuentra el hombre, ecce homo, sirviente de su destino y desconocedor absoluto de lo que este le reserva.
Lo que haces en la vida tiene su eco en la eternidad, cita guionada pero certera, pues es nuestro presente el que define nuestro futuro, aquí y quizá también más allá, incluso a pesar de las variables que aporta lo determinado por nuestro propio destino. Precisamente la vida es una sucesión de variables encadenadas que el ser humano asimila, comprende o valora en función de su madurez, tomando sus decisiones conforme sea la carga de experiencia vital que haya obtenido con los años.
Todos tenemos una etapa de nuestras vidas en la que somos perceptores de la titánica y permanente lucha entre el bien y el mal, entre lo cercano y lo lejano o simplemente en la que tomamos consciencia de esa cuestión existencial que nos hace sopesar si hacemos lo correcto o lo incorrecto.
Decía Burke que para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada y así hemos pretendido vivir muchos durante demasiados años, construyendo sacrificadamente un área de confort que, humana pero a su vez egoístamente, nos resistiamos a abandonar. Mientras tanto, el mal triunfaba y en toda su magnitud, imponía su realidad y marcaba sus nuevos tiempos, sacudiendo de forma brutal lo cotidiano y corrompiendo ese confortable sueño en el que descuidadamente dormitabamos.
Hasta aquí la filosofía de un autoengaño consentido por pura comodidad, pues viviendo en lo incorrecto, de pronto nos vemos devorados por nuestro propio tiempo, sacudidos por la realidad presente e inermes ante nuestro destructor destino. Solo entonces es cuando comprendemos la magnitud del terrible monstruo que por ausencia, hemos contribuido a crear.
Un mundo en zozobra, en el que nada es como debiera ser y nada lo que parece. Panorama sombrío, repleto de iletrados doctos en lecciones que nunca aprendieron, descamisados elevados a tribunos de escoba y papelera, personajes de baja estofa convertidos en vocingleros mendicantes prisioneros de su propia mediocridad. Verdadera escalera de Dante, donde estos personajes grotescos conducen a una sociedad moribunda directamente a los infiernos.
Y por esa espiral dentada nos deslizabamos, cuando sin esperarlo se produjo la visión, ese rayo de luz que colma esa esperanza a la que se aferra el condenado cuando lo intuye todo perdido.
Eso es exactamente VOX, el penúltimo hilo al que el reo involuntario se agarra con fervor para remediar todo el mal que lo condena. Infinitos han sido quienes han intentado conocer el fenómeno, no pocos los que intentan desesperadamente combatirlo y aún así, siguen sin comprender lo imposible de apagar esa llama purificante que abrasa su propia zozobra.
El sueño de la razón produce monstruos y a ellos hemos estado sometidos durante años. Ahora ya sabemos que solo son producto de una pesadilla, en la que una sociedad pretenciosa, al igual que Ícaro, quiso volar con alas de cera para llegar al Sol.
Su vertiginosa caída al ver sus alas derretidas nos entregó impunemente al mal ocasionado por esos monstruos. Pero en la vida todo es cuestión de Fe y voluntad y aunque tardía la reacción y conocedores de que no estará exento el camino de espinas, ahora sí que tendrán como enemigos a todos quiénes ya sabemos que para despertar de este mal sueño; Solo queda VOX.
Juan Sergio Redondo, presidente de VOX Ceuta
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