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Fidel Raso
Miércoles, 10 de Febrero de 2021

El conjuro de Ofelia y Paula, el poder, la ambición y la venganza

Era un día triste para Silleda, un lugar poblado desde la Edad del Bronce, con un túmulo funerario de más de 6.000 años y ubicado en la provincia de Pontevedra. También tiene una abadía de raíces medievales, brujas, meigas y concejales del PP y del PSOE. Estos últimos, ya de los siglos XX y XXI, residen en un ayuntamiento confortable y bien ajustado a su periodo, con ciertas comodidades, muy alejado de las cuevas primigenias de sus ancestrales moradores.


Aquel año del Señor de 2009 dentro del ayuntamiento se escuchaban palabras como “poder”, “venganza” y “ambición” entre los cerca de 500 vecinos indignados que se encontraban dentro del edificio público municipal. Allí estaba ocurriendo una historia...

 

Ofelia, que había sido elegida concejal en las listas del Partido Socialista de Galicia, pasaba a ser alcaldesa tras prosperar una moción de censura contra la titular, que se llamaba Paula, que también era socialista. A Ofelia la apoyaron siete concejales no adscritos, dos que habían abandonado las filas socialistas y cinco que dejaron el Partido Popular.

 

Por su parte, los otro cuatro concejales socialistas que seguían en su sitio rechazaron la moción, lo mismo que edil del Bloque Nacionalista Gallego. Mientras, el único que seguía en el PP no acudía al pleno.

 

La cosa se celebró en la Casa de Cultura con más de 150 vecinos que, muy apretujados, no como ahora, abarrotaban el lugar. Otros 300 se quedaron en la planta baja del edificio, algunos, en la calle por falta de espacio.
Muchos cargos socialistas apoyaron a Paula, la alcaldesa saliente, como fue el caso del portavoz, Barcón, el secretario de organización y senador, Pablo, el provincial, Modesto, y los diputados autonómicos Guillermo y Carmen, entre otros. En medio de su indignación, Paula, ya ex alcaldesa, acusaba a los siete asaltantes de necesitar “poder y venganza”.

 

Los gritos que se escuchaban en el interior de aquel municipio, cercano a Santiago de Compostela y a la costa de la Muerte, azuzaban la sonrisa de unas meigas que no ocultaban mientras se movían con el aire del lugar. Allí, Paula y Ofelia, Ofelia y Paula, ofertaban a los presentes palabras. Muchas palabras, pero nada de orujo, ni fuego purificador. Solo palabras. Paula decía irse con “amargura” por el “robo”, y que se marchaba “despacito” porque se llevaba “el calor de la ciudadanía” y, por supuesto, que lo único que le importaba era “lo que pensasen los vecinos”.


En su turno de palabra, Ofelia acusaba a la ex de escucharse “sólo a sí misma” y, afirmaba, por supuesto, que “otra Silleda es posible”. También recurría a los clásicos de “pasar página” y “tirar todos del mismo carro”. El sector del pueblo asistente tenía un vocabulario propio y diferente.


Veamos: “Sinvergüenzas”, “Todos culpables”, “pasarán al cajón de los malos recuerdos políticos” y otros similares. Uno de entre el pueblo hizo de romancero y citó a Luis Eduardo Aute: “Míralos, como reptiles al acecho de la presa (...) ahora el éxito es su meta”. Otro de entre el pueblo hizo de economista: “Son avaladores de corrupción”. El final sonó una voz casi ya en silencio: “Mueren matando”.

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