La ciencia avanza, pero la política se estanca
Hubo un tiempo en el que a alguien se le ocurrió fusionar dos palabras y llamar a una cosa inmaterial “Ciencia política”. Eran tiempos de mucho entusiasmo, en los que los descubrimientos científicos y sus aplicaciones fascinaban a la gente y, además, empujaban al hombre a un aparente mundo mejor.
Se pensó que dentro de la “política” también se hacía algo parecido, y de esta manera, a lo largo de los siglos XIX y XX (especialmente), quedaron fusionados políticos e inventos destacados.
Pongamos unos ejemplos. En el caso de la política, la primera Constitución española, la de Cádiz de 1812, recogía en sus dos primeros puntos que "La Nación Española es la reunión de todos los Españoles de ambos Hemisferios" y que "La Nación Española es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia o persona”.
Por parte de la ciencia, teníamos por las mismas fechas el invento de la locomotora y el de la anestesia. O sea, que en España se celebraba la unión de todos los españoles “de ambos hemisferios” con el descubrimiento de algo que te hacía quedarte dormido tras enchufarte en algún hospital un compuesto de moléculas orgánicas que servía para que te quitaran un brazo sin enterarte.
Así, se pensó que si se unían la ciencia y la política, el pepinazo para este último campo del conocimiento sobre la sociedad y sus libertades quedaría como muy elegante.
Bueno, no sé, es cierto que ambos utilizan palabras comunes como “revolución”, “progreso”, “prioridad”, “convergencia”, “fracaso”, “anquilosamiento”, “equivalentes”, “continuidad”, “proceso”, “reacción”, “elección”, “éxito”, “obstáculos”, “instrumento”, “análisis” y muchas otras más, pero los resultados no son los mismos. Ambas “ciencias” no han avanzado igual a lo largo de los últimos doscientos años.
En el campo científico, ahora vamos en dirección a Marte con robots de inteligencia artificial como pilotos y en el campo de la política hemos llegado tan lejos que vamos a un plató de televisión en Madrid para hablar de adoquines, “mamadas” y vulgaridades diversas entre los candidatos electorales a presidente de España. La ciencia avanza, pero la política se estanca, y esto me da que es muy malo, porque pasado el efecto de la anestesia no sé que puede suceder.
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