Y ahora Argelia
Irrumpir en el periodo “entrecampañas”, con la que está cayendo, es un tanto audaz por mi parte siendo fiel a que esta columna no habla de asuntos nacionales. Pero es que la realidad exterior sigue su curso sin detenerse a ver si España resuelve sus gobiernos ya sean centrales, autonómicos, o locales.
Y la atención se focaliza ahora en Argelia, país clave para España por su proximidad geográfica, por nuestra dependencia energética, por la presencia de importantes empresas españolas, y -por la parte que nos atañe- por ser uno de los países de paso de las rutas de las migraciones hacia Europa.
La pretensión de Bouteflika de perpetuarse en el poder cinco años más, desembocó en una serie de manifestaciones que finalmente lograron la dimisión del presidente, quién había gobernado Argelia durante veinte años.
Más allá de que sea precisamente el Jefe del Estado Mayor de la Defensa Ahmed Gaid Salah el nuevo hombre fuerte del país y de que el cambio de presidente -actualmente Abdelkader Bensalah, anterior presidente de la Asamblea Nacional (equivalente a nuestro Senado)- pueda ser entendido como más o menos cosmético, lo cierto es que la protesta ciudadana carece de un liderazgo claro y en estas condiciones son los grupos islamistas los que mejor preparados están para ejercerlo.
Las protestas callejeras reclaman una mayor democratización, pero la falta de ese liderazgo no permite que se formulen demandas claras y coherentes, más allá de un cambio absoluto. Por su parte, Salah insiste en que todos los movimientos que haya que hacer deben respetar las reglas constitucionales, afirmación un tanto presuntuosa de quién parece dispuesto a reprimir cualquier tipo de manifestación, incluso blindando la capital para impedir el acceso de manifestantes de las localidades próximas, tal y como ocurrió el pasado 12 de abril.
El presidente interino Bensalah ha convocado elecciones para el 4 de Julio, lo cual es coherente con los plazos que establece la Constitución. Pero parte de los manifestantes, reclamando el cambio total, se están negando a cooperar con la organización de las mismas, lo cual nos lleva a un callejón sin salida.
El análisis de las consecuencias económicas para España de un estado argelino débil o en crisis duradera se lo dejo a los expertos en la materia. Pero una Argelia débil o fragmentada permitirá que las organizaciones criminales dedicadas al tráfico de personas, quienes ya controlan alguna zona próxima a la frontera de Ouzda en Marruecos, amplíen sus zonas de control y traten de agrandar su macabro negocio.
Una vez más, malos tiempos para los más débiles.
Irrumpir en el periodo “entrecampañas”, con la que está cayendo, es un tanto audaz por mi parte siendo fiel a que esta columna no habla de asuntos nacionales. Pero es que la realidad exterior sigue su curso sin detenerse a ver si España resuelve sus gobiernos ya sean centrales, autonómicos, o locales.
Y la atención se focaliza ahora en Argelia, país clave para España por su proximidad geográfica, por nuestra dependencia energética, por la presencia de importantes empresas españolas, y -por la parte que nos atañe- por ser uno de los países de paso de las rutas de las migraciones hacia Europa.
La pretensión de Bouteflika de perpetuarse en el poder cinco años más, desembocó en una serie de manifestaciones que finalmente lograron la dimisión del presidente, quién había gobernado Argelia durante veinte años.
Más allá de que sea precisamente el Jefe del Estado Mayor de la Defensa Ahmed Gaid Salah el nuevo hombre fuerte del país y de que el cambio de presidente -actualmente Abdelkader Bensalah, anterior presidente de la Asamblea Nacional (equivalente a nuestro Senado)- pueda ser entendido como más o menos cosmético, lo cierto es que la protesta ciudadana carece de un liderazgo claro y en estas condiciones son los grupos islamistas los que mejor preparados están para ejercerlo.
Las protestas callejeras reclaman una mayor democratización, pero la falta de ese liderazgo no permite que se formulen demandas claras y coherentes, más allá de un cambio absoluto. Por su parte, Salah insiste en que todos los movimientos que haya que hacer deben respetar las reglas constitucionales, afirmación un tanto presuntuosa de quién parece dispuesto a reprimir cualquier tipo de manifestación, incluso blindando la capital para impedir el acceso de manifestantes de las localidades próximas, tal y como ocurrió el pasado 12 de abril.
El presidente interino Bensalah ha convocado elecciones para el 4 de Julio, lo cual es coherente con los plazos que establece la Constitución. Pero parte de los manifestantes, reclamando el cambio total, se están negando a cooperar con la organización de las mismas, lo cual nos lleva a un callejón sin salida.
El análisis de las consecuencias económicas para España de un estado argelino débil o en crisis duradera se lo dejo a los expertos en la materia. Pero una Argelia débil o fragmentada permitirá que las organizaciones criminales dedicadas al tráfico de personas, quienes ya controlan alguna zona próxima a la frontera de Ouzda en Marruecos, amplíen sus zonas de control y traten de agrandar su macabro negocio.
Una vez más, malos tiempos para los más débiles.
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