Ceuta es una ciudad paradigmática, por sus especiales circunstancias, de lucha de intereses de todo tipo. Pero es, desde la década de los 80, un lugar en el que elementos activos -bien de la Inteligencia marroquí o de determinados servicios estatales del vecino país- tratan de hacerse un hueco o tomar posiciones desde donde disponer de capacidad de información o, incluso, de influencia. Los hay de los dos tipos. Estamos cuajados en nuestra sociedad de individuos así, que con DNI en el bolsillo se afanan clandestinamente por servir al Estado de su 'gloriosa y altísima majestad alauí'.

Las incursiones en lo político no es nada nuevo en este siglo XXI, partidos claramente de índole marroquí se establecieron en la ciudad pocos años después de nuestra exitosa transición democrática, al albur de esa mano tendida a todo tipo de ideales y filosofías políticas. La por entonces exigua población marroquí aun en esos tiempos con tarjetas identificativas que no reconocían su identidad española, encontró en aquéllos líderes políticos de nuevo cuño -que sí se beneficiaban de un pasaporte español en la mano derecha y mantenían el marroquí en la izquierda- una salida a la regularización que, apoyado por un emocionado PSOE recién llegado a las alfombras del poder, encontró respuesta en el desarrollo de una nacionalización de individuos del que se beneficiaron los que en justicia podían hacerlo, pero también -se les fue la mano a conciencia- miles de marroquíes más que desde entonces forman parte de la sociedad ceutí con todos los derechos, por disponer de la condición de españoles.

Así las cosas, la sentimentalidad española en esta población de nuevo cuño rojigualda fue algo que muchos adoptaron -los hay verdaderamente convencidos y de notables sentimientos de amor a España-, pero también los hay quienes juegan a las dos barajas -son este tipo de personas las causantes de, a veces, la injusta generalización-. Hay que hacer un concreto y exhaustivo ejercicio de rigor para no mezclarlos. No todos son iguales.

Pero a los del doble ejercicio se les ve venir aún cuando traten de ocultarse o pasar por españoles verdaderos. Tratan, como en su día hicieron en los 80 otros, de introducirse en partidos políticos nacionales, o crear distintas asociaciones con presunto perfil de beneficiosa para los intereses de la sociedad que, por sentimientos familiares, cruzan la frontera si no a diario, regularmente. Pero muestran su verdadera cara cuando en el interior del vecino país se les ve con altos responsables gubernativos de la región del norte, o con altos oficiales de los distintos servicios desplegados en la provincia de Tetuán, cuando no de viaje por Rabat.

Pero están aquí, algunos de ellos ciertamente ninguneados por conocerse sus verdaderas intenciones en Ceuta, aunque traten de hacer ver lo contrario al otro lado de la frontera, dándose allí el pote de su supuesta influencia en la 'Sebta ocupada'. Incluso se atreven a abrir supuestos medios de comunicación que, en un alarde de sumar voluntades en una mezcolanza suicida, da pábulo a elementos que, aprovechándose del sistema español trata de subvertirlo con un lenguaje islamizador de corte político en el que se da a entender que -mensaje islamista- las políticas de izquierdas y de derechas en España son 'islamófobas' y sólo una política basada en el Islam salvará las conciencias en España.

Así, tan pancho. Estos elementos-individuos andan por Ceuta casi a diario, una buena parte de los meses los pasan en Marruecos, cuando no -el DNI les dá para ello, viajando a determinadas ciudades del noroeste español o a algunas otras del resto de la Europa occidental. Son en realidad, los constructores del Caballo de Troya del siglo XXI en occidente. Algunos ya tienen buena parte de este montaje en Ceuta. Son elementos peligrosos para todos, pero para los musulmanes españoles de pura cepa más. Búsquenlo, seguro que dan con más de uno.