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Nicolás Fernández Cucurull
Domingo, 09 de Diciembre de 2018

Los intermediarios

Entre la fauna que prolifera en el disparatado entorno fronterizo entre España y Marruecos en Ceuta, merecen capítulo aparte los denominados intermediarios, esto es, aquellos que a diario nos ilustran sobre la absoluta necesidad de profundizar en las relaciones entre ambos lados de la frontera, para a continuación, sin solución de continuidad, ofrecerse como remedio para las mismas: ellos son los que conocen el percal, los que tienen relación directa con el Wali, con el primo del Rey, con el Ministro de turno, y además están dotados de la sabiduría y los conocimientos necesarios que les faltan a las autoridades de este lado de la frontera (ojo, sólo a las de este lado, que las del otro, como todo el mundo sabe, están por colaborar … a que el desastre sea lo más efectivo posible).

 

 

Sin duda el avezado lector conocerá a alguno de los ejemplares que acabo de describir, algunos con notable predicamento en nuestra hipócrita sociedad ceutí; son, además, inasequibles al desaliento pues, en realidad, su objetivo no es la mejora de la paz y la fraternidad entre los pueblos, sino la búsqueda del beneficio personal en su función de intermediario no solicitado por nadie.

 

 

Siendo consciente de que nada va a desalentar a los conseguidores, trataré de apuntar algunas de las razones objetivas que explican por qué el candoroso objetivo del entendimiento transfronterizo no es más que un bonito envoltorio relleno exclusivamente de ambiciones personales. Para empezar, el objetivo de Marruecos, expreso, público y transparente, es la anexión de Ceuta, al cuál se subordina cualquier otro objetivo secundario; al servicio de esa política, Marruecos impide cualquier contacto oficial entre las autoridades de ambos lados de la frontera, y prohíbe a las suyas visitar Ceuta; la no admisión de la devolución de los menores extranjeros no acompañados se debe a su consideración de nuestro territorio como parte de Marruecos; las colas en la frontera se forman siempre (por mucho que nos empeñemos en dispararnos en nuestro pie, y aun reconociendo la falta de medios) por causa de Marruecos, tanto a la entrada como a la salida; el “comercio atípico” se tolera a regañadientes porque no hay a corto plazo otro medio alternativo para la subsistencia de cientos de miles de personas, pero al mismo tiempo se utiliza para causar el mayor desorden posible en Ceuta; la voluntad de cooperación transfronteriza es nula, como prueba que, tras 30 años de gestión de fondos estructurales europeos, Marruecos se ha retirado sistemáticamente de cualquier programa de cooperación transfronteriza que incluyera a Ceuta (esto último lo arregló, con la valentía histórica que le caracteriza, el Gobierno español, retirando a Ceuta de dichos programas).

 

 

En escritos anteriores ya he tratado de explicar que, mientras subsistan las actuales condiciones (excepción Schengen, pobreza en Marruecos, falta de medios, inseguridad jurídica) la situación es insoluble, y no se puede arreglar desde Ceuta, ni por la autoridad más competente ni por el intermediario menos dotado de escrúpulos.

 

 

En fin, podría seguir, pero me temo que es un esfuerzo inútil, ya que ningún intento de objetivar los problemas convencerá a los que no quieren oír. La solución sólo puede venir desde el estado español. Es el único que tiene los recursos necesarios para hacer que nuestra economía no sea dependiente del otro lado de la frontera; junto a la capacidad es necesaria la voluntad, que no estoy seguro que exista, pero los ceutíes daríamos un primer paso en la dirección correcta si evitásemos dejarnos arrastrar por los cantos de sirena de los intermediarios. Eso sí que está en nuestras manos.

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